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Nikolai Petrushko había jugado ajedrez desde antes de caminar, pues disponía de una memoria prodigiosa que le permitía recordar hasta los momentos en que pronunció su primera palabra, que no tenía ningún parecido a las sobadas “Ma” o “Pa”, sino que se refería a su perro malamute “Karpo”, el líder de la manada que su abuelo utilizaba para pasear turistas en trineo sobre la estepa rusa.

A los tres años Nikolai ya había sostenido un encuentro en forma contra su padre Piotrich, luego de 24 meses de sólo efectuar desplazamientos rudimentarios de los peones con cabezas de osos sobre un tablero enorme; tiempo en que sólo hacía brincar a los caballos sonrientes de ojos desorbitados tallados en enebro por su abuelo.

Así que resultaba un referente cardinal en la vida de Nikolai aquel minúsculo cosmos cuadriculado donde a cada instante se renovaba el eterno conflicto por el poder. Sin embargo a Nikolai le costaba trabajo concentrarse en los escaques amoldados como trozos de rompecabezas dentro de un bastidor flotante apenas mantenido en equilibrio por unos alambres tensos al interior de aquella cápsula espacial.

Y más arduo se le hacía enfocar su vista en las piezas con protuberancias que se amoldaban a pequeñas muescas en cada sitio para que no flotaran como burbujas. Pero la dificultad no era a causa de la incómoda escafandra del elegante traje espacial, sido debido a la inquietante sensación de Vastedad cada vez que Nikolai miraba la ventanilla que apuntaba “arriba” hacia la luz implacable de las estrellas y el resplandor definitivo de la luna; o “abajo” rumbo a la milagrosa esfera azul gigante en que se transformara la Tierra.

No obstante, pudo más la disciplina mental de Nikolai y consiguió sujetar un alfil con el índice y pulgar embalsamados bajo el tosco guante de astronauta, obligando a su contrincante Alexei a responder al jaque con el avance obvio de un peón…

Dos horas después el juego quedó registrado en un ordenador anexo como el histórico “Primer encuentro Espacial de Ajedrez” entre el campeón del mundo Alexei Rotchenko y el excéntrico millonario Nikolai Petrushko, en tanto dos científicos de la NASA valoraban en unos monitores la respuesta cerebral de los contendientes bajo gravedad cero.

Nikolai arrugó el rostro al sonreír tras el vidrio protector, a pesar de haber perdido el juego luego de tres brincos de centauro del caballo de Alexei. Pero los jugadores no tuvieron tiempo de recapacitar sobre el entramado de los movimientos, pues los fogueados cosmonautas al lado los requirieron para una revisión de rutina antes de su hora franca rubricada con otro experimento.

Nikolai tenía bien claro que la supuesta misión científica en verdad era un extraordinario viaje de placer, bien pagado en millones de euros cuando Nikolai y Alexei se sometieron a un entrenamiento exhaustivo previo al despegue de la nave rusa “Tarkovski”.

Nikolai era el dueño de “Nanotronik”, la empresa de Cyborgs que fundara veinte años atrás luego de encontrar un método alucinante para revolucionar la inteligencia artificial: la utilización de la “nanotecnología orgánica” con la que les daba conciencia a sus cyborgs y los hacía depender del oxígeno y los nutrientes que requerían los humanos para vivir.

Ya había pasado tiempo desde la creación del primer prototipo convertido ahora en una pieza arqueológica utilizada en los colegios como mero referente enciclopédico, y Nikolai había establecido un deseo perverso que le ganó las críticas virulentas de la iglesia y del grupo de “Dignidad y Resguardo Ético Humanos”: había determinado darles “nombres de cristianos” a sus creaturas, como podían dar fe los cosmonautas que en ese instante revisaban al prototipo Homo-2040-NP, también llamado Alexei Rotchenko, el campeón mundial de ajedrez que desbancara a la máquina precámbrica Deep Darkness meses atrás, y que ahora le guiñaba un ojo a su creador Nikolai, más interesado en escudriñar a lo lejos la intrigante figura de Orión.

Texto agregado el 04-03-2016, y leído por 275 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
16-08-2023 Este relato está muy bueno. Me gustó. Se va de a poquito destapando el real contexto en que se juega esa partida y la verdadera naturaleza de la inteligencia del personaje. La creatura suele superar al creador, dicen por ahí. Un gusto leer este breve. Dhingy
04-03-2016 Si un autor de calibre mezcla dos de mis pasiones, el ajedrez y la ciencia ficción, no podía menos que pasar a visitarte. Lo de deep darkness es una gran guiño. Excelente texto, como siempre. walas
04-03-2016 Dime: iban más humanos aparte de Nikolai en la nave? Es inevitable regresar al texto; tiene tantas lecturas !! Porque "humanizar" a las criaturas? Por ejemplo... Yar
04-03-2016 Gato, me uno al comentario de Umbrío porque es exactamente lo que siento al leer este texto. Sinceramente, es un trabajo NOTABLE. Un full abrazo, amigo, y mi admiración a tu talento. SOFIAMA
04-03-2016 Magnífico cuento con pequeñas pinceladas costumbristas y con ciencia ficción. La historia se hace más agradable con tu poderosa narrativa. Un abrazo Gustavo. umbrio
04-03-2016 Ahhhh... Que delicia leerte Gustavo. En el más puro estilo de Asimov, Bradbury o Clarke dejas un texto de altísima calidad: tanto en los recursos al escribir, como en la temática. Me lo quedó en mi colección particular. Miles de aullidos intergalacticos Yar
 
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