En esa búsqueda del sexo que es el trasumar humano: ese ir y venir con tal sentido: ese acudir aquí y allá con el instinto puesto en la nariz, individuos prosaicos como uno han llegado a la conclusión de aquel verso infantil del título.
Y ello en el mejor de los casos: suponiendo que se escape, y no que se suelte exprofeso por el amado- a del interfecto. Es la vida humana. Las bestias en la jungla se devoran por hambre física. El ser humano, antes que racional- como sostenia la escuela filosófica clásica- es el estilita del hambre sexual. El hombre- la mujer muere en el ara del sexo. A la postre todos somos devorados por una apetencia que en su día se fraguó- deseó hace más o menos tiempo. Dentro de lo que cabe, no está mal. Peor sería que el motor fuera el dinero, el cuproniquel, el parné. Éste es sólo una cosa medial: un instrumento al servicio de la conquista del orgasmo bilateral.
No sé quién lo dijo, pero acertó.
El amor es como una goma
que sujetan dos infelices
cuando a uno se le escapa
al otro da en las narices.
O al menos así piensa un escéptico.
Tengan cuidado con las gomas y con las sonrisas irresistibles. De tales y grandes cenas, como dijo otro inspirado, andan las tumbas llenas.