La Malasia, esa remota región de nuestro planeta en la cual está situada la gran isla de Borneo, con selvas vírgenes, ríos que corren hacia el mar que la circunda, iba a ser el escenario de las aventuras de James Brooke, el anti pirata.
Era este hombre un joven oficial de la compañía inglesa de Indias que se convirtió en navegante como consecuencia de un viaje que hizo por el mar de la Malasia. En dicha travesía, James Brooke pudo comprobar la constante actividad de los piratas malayos y dayakos. Su mente concibió una idea que para él tenía un noble propósito: asegurar para siempre la libre navegación en el mar de la Malasia. Paradójicamente, no contaba con el apoyo del gobierno inglés y fue así que armó por su propia cuenta una nave, el schooner Centaur, con el cual se dispuso a emprender su campaña.
El largo viaje en demanda del mar malayo se cumplió sin contratiempos y James Brooke, a bordo de su schooner que bordeaba la costa occidental de Borneo, observaba las altas cumbres de las montañas cristal, doradas por los últimos rayos del sol crepuscular. El navegante, que lucía un impecable uniforme de capitán de navío, con el rostro severo acorde con el carácter implacable que pensaba darle a su épica empresa, dialogaba con Sarkey, su segundo de abordo, el cual le decía:
- Admiro vuestra firme determinación y coraje, pero me parece una empresa difícil de llevar a cabo. La piratería en esta región del mundo está fuertemente arraigada, ya que tiene una existencia de larga data y además no debéis olvidar la peligrosidad de los dayakos que habitan la isla de Borneo y que son llamados los cazadores de cabezas, pues cortan las de sus víctimas.
- Sin embargo debemos tener confianza en nuestra fuerza, tenemos una aguerrida tripulación de 200 hombres y buen número de cañones.
Al amanecer del siguiente día, la tripulación del schooner entró en conmoción al escuchar la voz del vigía que desde la copa del trinquete gritaba:
-¡Velas a sotavento!
Brooke asestó su catalejo en la dirección indicada y decía:
- Son cuatro prahos malayos que se dirigen hacia nosotros, Sarkey. Hoy será nuestro bautismo de fuego en la lucha que comenzamos contra la piratería malaya. Los cuatro prahos, embarcaciones provistas de velas triangulares tejidas con fibras vegetales y tripuladas por malayos y dayacos, avanzaban hacia el schooner dispuestos en semicírculos con el evidente propósito de cercarlo. Brooke, que rápidamente se había percatado de las intenciones de los piratas, decidió recurrir a la astucia, aparentando una situación de vulnerabilidad y tomando su bocina ordenó:
- ¡Poned al pairo al schooner, Sarkey, plegando las velas y dejándolo en una situación de inmovilidad!
Los piratas, aunque con cierto recelo ante aquella inesperada actitud del schooner, continuaron su avance. Cuando los prahos estuvieron a una distancia de tiro de pistola, Brooke tomando nuevamente su bocina ordenó:
- ¡Fuego rasante!
La andanada del schooner tuvo un mortífero efecto sobre uno de los prahos atacantes, el cual fue alcanzado en la base del palo trinquete que al desplomarse sobre la mura de babor, hizo escorar peligrosamente a la nave y torrentes de agua penetraron anegando su sentina. Otro de los prahos fue alcanzado en el timón dejando a la nave sin gobierno. Los piratas respondieron disparando sus espingardas y sus lilás, estos últimos pequeños cañones aleación de cobre, plomo y latón, que ocasionaron daños a la obra muerta y a la arboladura y que mataron a tres de sus hombres. Brooke viendo que los piratas se disponían a abordar su nave, ordeñó:
-¡Sarkey, haced que una parte de la tripulación se refugie en el castillo de popa y otra en la sentida! Permitid en tanto que los piratas aborden el barco pues ya no se puede hacer nada por impedirlo. Cuando los piratas estén dentro de la nave, que los marineros del castillo de popa hagan fuego sobre ellos y a una orden mía los que están en la sentina, saldrán para completar la victoria. Los piratas arrojaron los grapines de abordaje y se precipitaron en el navío invocando a Alá. Ya dentro del schooner fueron recibidos por una cerrada descarga de fusilería proveniente del castillo de popa. A las maldiciones y ayes de dolor de los piratas siguió la orden de Brooke:
- ¡Salid los hombres que están en la sentina!
La confusión y el pánico de los piratas fueron totales y los que quedaron con vida se arrojaron al mar invocando a Alá. En una jornada escrita con sangre, Brooke había comenzado con éxito su cruzada contra la piratería malaya.
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