Por años
pensé que te habías muerto,
pensé que la tempestad
había retornado
llevándote
por las blasfemias hogueras del infierno.
Por meses
me acostumbré a tu ausencia
pero la decepción hizo de mí una lejanía
y de vos una enferma
y sé que estuve mal,
pero tuve tiempo
de revolcarme en los residuos externos
¡y recapacitar!
Por días
enloquecí y amé sin esperar nada (pero nada)
a cambio,
el amor me desorientaba
como a un crío que recién lo escupen al mundo
y sin embargo, de insanía me recubría,
reía tratando de no llorar al tacto,
hablaba por no callar lo que pensaba
y miraba ávidamente,
sin miedo a la ceguera
que acicalaba las flores,
contemplando
las auroras de mi primavera.
Por horas
alimentaba con frivolidades mi ansiedad
o le daba un inesperado final,
horas que se agrupaban
sin ningún tipo de mesura
para matar sin piedad a uno de mis mejores días
y acaso, pocos de ellos perduraban en mi vida
e iguales ya no serían los que vendrían
y aquél sol pálido,
¡el de mis fantasías!
sería reemplazado después de su caída.
A minutos, a segundos, a kilómetros
de la tal indispuesta tinta
que ha deformado estas líneas,
minutos que han hecho de mi poesía
un reciente pasado,
segundos
que oscilan en la desverguenza
que profanan tus labios,
kilómetros peregrinos
que sacrificaron la conciencia,
y a este verso
que no ha encontrado la finalidad
en las desinencias de su fuerza.
|