A la infancia
le devuelvo las glorias del ayer
en amapolas marchitas,
la primavera me estalla en las pupilas
frente a este invierno que ha retrocedido,
tembloroso y aturdido.

Los días auguran retoños de auroras impías,
impías serán nuestras conciencias
porque de miles maneras no las querré,
y he caído sin levantar al cielo los ojos,
he vivido como un crío reposado y desvergonzado
y he migrado,
porque de quedarme aquí
malestares en mí
se habrían albergado.

¡Ay, siestas de verano!,
masa vegetal que llenabas mis manos,
amores primeros,
que me han otorgado redenciones
después del naufragio,
amores primeros
en que han decantado
mis emociones de antaño.