Es gratificante
la necesidad de superarse,
retornar a la primavera lejana
que fue un trozo de abstracción en la mirada.

Ojalá la plegaria no fuera tan persistente,
nunca más te aferrarás
como un niño temeroso entre mi vientre,
te amo como no lo había logrado en la infancia,
y te tengo ¡aquí dentro!
si acaso pudieras verlo,
junto con el veneno que me intoxicó por años,
y quisiera pero no quiero ahora.

Hermoso mío,
bonito que de amor me abundas,
te ausentas,
y me pierdo entre una muchedumbre
agitada y febril de sueños.

Debo dejarte ir,
y es tan extraño
como un frío metal
abriendo la piel este sentir.

Debo replantearme también la vida
sin la intervención de tu presencia,
en este exilio prematuro que no alivia,
y aún no he sabido cómo vivir,
pero sé que luego de la destrucción
vienen días en blanco,
dejando para su reconstrucción
todas aquellas cosas
que de amor nos han habitado,
todos esos besos
que de pasión nos han desbordado.