El mundo tiene que ser feo
Recuerdo una novela de Michel Houellebecq. Uno decía que cuando era niño veía esos documentales de animales y los carnívoros le resultaban repulsivos porque los veía como bichos vagos que no hacían otra cosa que matar a otros animales, que debían mantenerse en movimiento en busca de las pasturas y vivían en alerta y aterrorizados por los otros hijos de puta que se los comían. Esta situación me recordó a lo mismo cuando yo veía esos documentales, nomás que yo entendía las cosas al revés. Para mí a los herbívoros les bastaba con agachar la cabeza (o estirar el cogote hacia las ramas de los árboles) para alimentarse y de paso andaban paseando en manadas numerosas por ahí lo más campantes, mientras que el carnívoro desgastaba energías en corridas muchas veces fallidas y moría de hambre cuando por alguna circunstancia no podía cazar. Yo encontraba en el carnívoro un ser esbelto y ágil, mientras que el otro era un bicho torpe y haragán que se hacía fuerte en el número. Dicho sea de paso, no me va a comparar usted un animal lindo, esbelto y poderoso como un tigre con otro obeso, que se revuelca en la mierda y come pasto como es el búfalo; sería lo mismo que comparar verbigracia a un jugador de básquet con uno de esos gordos japoneses que se golpean con las tetas en ese deporte de enfermos que es el sumo.
Y vamos, que el mundo natural es lo suficientemente caótico e insensible como el nuestro, y por esto debe ser que desde la época del carajo ya había gente que se dedicaba a pensar, y hoy entendemos que el pensamiento es cosa propia de animal malo. Cuando Platón escribió La República, ese hermoso texto que termina diciendo que somos todos unos inútiles sin remedio, ya el mundo era una porquería. Después vino Aristóteles y escribió su panfleto donde definió al hombre como animal político o animal capaz de discurso. No me voy a poner a describir el contexto de esta definición, pero es evidente que estos tipos estaban preocupados por todo lo que pasaba en el dizque mundo. Veamos que desde el siglo pasado hasta la filosofía se puso a mirar esas bestias de mierda.
La cosa es que durante varios milenios el humano vio a los demás animales de tal manera hasta que en el siglo XX la cosa cambió y empezamos a considerarlos de otro modo. ¿Por qué sucedió este cambio en la visión? En tiempos de Descartes un animal era algo así como una máquina que andaba sola, no había nada en el animal que fuera común a nosotros más allá de un sistema de mangueritas y de tripas, y hasta por ahí nomás porque no se sabía mucho de eso. En esa época tampoco se consideraba por ejemplo a los locos, a los niños y a los indios como gran cosa en nuestra cultura occidental porque no participaban del raciocinio del creador, propio del hombre adulto (cedido por el puto de Dios), quien se erguía como dueño de la naturaleza y de la razón y bli bli bli. Actualmente hay cierta sensibilidad, hay contemplaciones morales en lo que hace al tratamiento que damos a los animales, leyes… cosas que durante miles de años no estuvieron en la cabeza de nadie.
También cambió en el siglo pasado cierta relación con nosotros mismos: nuestra capacidad técnica, en fin, lo peligrosos que podemos llegar a ser para nosotros mismos. Nos dimos cuenta de que la tecnología no era tan buena después de todo porque sirvió para la destrucción masiva que todos conocemos, como si dijéramos que inventamos un monstruo con vida propia: las técnicas, la tecnología. No es difícil ver que las guerras siempre existieron, sea a palazos o con pólvora, pero si usted piensa en un aparato mecanizado y regido por las técnicas casi con poder sobrehumano, usted puede ver un hospital, una escuela, una cárcel o un campo de concentración como organismos. El campo de exterminio propio de la segunda guerra es su máxima expresión: se hace técnicamente lo que la técnica puede hacer: un matadero de vacas y un matadero de personas son expresiones técnicas o, si prefiere, tecnológicas, como fumigar un campo de maíz o bombardear una ciudad.
Entonces ¿por qué miramos los animales como otra cosa que no sea materia prima de un proceso, o a lo sumo como personajes de ensueño, tal como venía ocurriendo desde siempre? Digamos que porque se han realizado estudios biológicos y psicológicos y hemos aprendido cosas que pueden decirnos algo de nosotros mismos. Podríamos decir que después de muchos siglos incluimos a los niños, a los salvajes, a los locos y a los animales en el mundo, y entendimos que hay un mundo del niño, del loco… y que cada animal tiene el propio. Entonces vinieron dichas cuestiones morales. Pero aun así el campo de las técnicas sigue siendo terrorífico, acaso más feo y malo que nunca. ¿Cómo puede darse el contrasentido incluir a otros seres en nuestras vidas y al mismo tiempo configurar un mundo horroroso para ellos? Pongo un ejemplo fácil: el maltrato a los animales actualmente en nuestro mundo occidental es condenado y repudiado, y no es para menos teniendo en cuenta que nos hemos educado mirando cerditos y perritos y ratoncitos que hablan en la televisión. Digamos que cualquier niño en tiempos de Descartes iba al corral y degollaba un cerdo para comer o simplemente mataba a cualquier animal porque le daba la puta gana en cualquier lado y nadie decía nada. Un niño civilizado de hoy, o acaso usted mismo, se cagaría de miedo nomás de entrar a un matadero. Usted ve en las películas que por ahí hacen una escena cualquiera en una feria de pescado, es decir, entre animales muertos y gente quitándoles las tripas, pero es muy raro que esa misma escena se dé en un matadero de mamíferos. ¿Por qué? Es obvio. Siguiendo con los ejemplos, hace no mucho quitaron del aire una propaganda de una camioneta que cargaba troncos en un área de tala porque dizque hería la sensibilidad. Por estos días se difundió mundialmente la muerte de un delfín de mierda en una playa de acá dizque por maltrato… ¡un delfín! ¿a qué clase de pelotudo podría importar un delfín en un mundo que consume millones de toneladas de carnes de pescados, de aves y de mamíferos, que envenena y depreda sin pudor los mares y arrasa con los bosques?
Siguiendo con la cosa técnica otro producto relativamente nuevo es la basura, otra cosa espantosa de este mundo donde todo tarde o temprano es desperdicio. Ahora pueden venir los graciositos de siempre a culpar a la avaricia humana, al dinero, a los mercados, al capitalismo… no voy a eso, voy a lo realmente espantoso que es el mundo por los procesos que llevamos a cabo en él y que, en su mayoría, se nos mantienen ocultos como los mataderos en las películas o las talas masivas de las que daba cuenta sin querer el aviso publicitario de la camioneta que fue censurado. ¿Puede haber realmente un mundo bello sustentado por esta cosa de procesos inhumanos y asquerosos?
La pregunta podría ser qué somos pues nosotros en medio de toda esa cosa espantosa de la que parece que dependemos para vivir en la más sencilla de las cotidianidades. No es menester mencionar problemas de violencia, asesinatos, robos… en fin, cosas que pasan desde que un mono descubrió que podía agarrar un palo con el pulgar prensil y partírselo a otro en la cabeza.
Tal parece que el mundo es un lugar feo y hostil porque tiene que ser así, como el que escribió Homero en Ilíada sin una pizca de moralidad (lo de feo y hostil lo pongo yo, no Homero). Entre 1946 y 1958 los gringos ensayaron sus caprichitos nucleares en el atolón Bikini (crossroads, Castle Bravo...) y si vemos eso hoy en Youtube nos resulta perturbador, aunque tal vez gocemos de cierta libertad de conciencia porque no tuvimos nada que ver. Ahora si uno va a un basural y ve los millones de toneladas de basura, tal vez le resulte un espectáculo horroroso del cual nadie está libre; tampoco de esos suburbios o ciudades caóticos donde la gente se hacina entre la mugre y donde la vida de las personas parece desarrollarse con una normalidad que da miedo y tristeza. Esos espectáculos tienen más que ver con nosotros que esos paisajes tan bonitos que vemos cuando hacemos un viaje dizque de placer. Aquella cosa espantosa está ahí, y es nuestra, es nuestro mundo, somos todos nosotros. Y hoy, como nunca antes, no nos gusta ver lo que somos, más aún teniendo en cuenta de que uno puede investigar y ver lo que quiera.
Si el mundo como resultado de eso que somos es feo, quiere decir que nosotros somos algo así como un animal feo. Digamos también que si no lo fuéramos no habría literatura, pintura, música… en fin, no sería necesario el arte, y acaso tampoco la mayoría de las cosas porque ¿quién se pondría por ejemplo a escribir un poema en un mundo bonito y pleno de felicidad y de buenas vibras donde no hubiera nada proveniente de nuestras acciones de bien que no fuera horroroso para la vista? Yo entiendo que en este fenómeno no hay mentira, ni corrupción, ni maldad, igualito que tampoco los hay en esos documentales donde las bestias se matan entre sí (debe ser por esto que los vemos).
Mi amigo Houellebecq en una de sus novelas plantea el fin de la era industrial. Bien, Miki, muy bien, es un buen punto. Habrá que ver cómo lo hacemos. Mientras tanto, cuando veamos esa cosa espantosa de los animales comiéndose entre ellos en los documentales podremos pensar que, en cierto modo, esos animales están a salvo de experimentar el horror que ellos mismos producen ya que tienen la delicadeza de no necesitar utensilios, mientras que para nosotros estar a salvo de lo mismo se nos está volviendo cada vez más difícil.
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