La gatita curiosa
Érase una vez una familia de gatos, formada por Coya, la mamá gata y sus tres hijitos, Matilda, Lili y Loty, que vivían en una casita muy acogedora.
Como tú sabes, los animales no entienden nuestro idioma, solamente comprenden los sonidos que emitimos y los movimientos que hacemos, pero esta familia de gatitos, era muy especial, porque sí sabían lo que los humanos decían, puesto que llevaban una cinta mágica alrededor de su cuello. Esa cinta mágica, había sido creada muchos años atrás, por una bruja buena, para comunicarse con sus mascotas,
Matilda era una gatita muy hermosa, blanca completa, de ojos maravillosos y colores distintos, era muy curiosa. Le encantaba oír lo que sus humanos decían, (para los animales, los seres humanos no somos sus dueños) pero muchas de las palabras no las entendía, por esa razón, siempre le preguntaba a su mamá:
- Mamá, ¿qué significa…? Y su madre le respondía, lo que ella sabía.
Así, Matilda se fue transformando en una gatita, además de curiosa, muy interesada en aprender, mientras sus hermanos jugaban cerca de Mamá Coya. Su gran curiosidad la llevó, desde muy pequeña, a recorrer la casa donde vivía donde le ocurrieron varios accidentes; por ejemplo, un día, por acercarse mucho a la chimenea, se quemó una oreja (lo bueno fue que la quemadura era muy simple), otra vez, le pisaron su colita por estar cerca de sus humanos (le dolió mucho, y maulló tanto, que sus humanos se asustaron, pero era sólo por el dolor).
Nunca salían de casa, pues no lo necesitaban, pero Matilda escuchó a sus humanos comentar que llegaba una nueva familia a vivir cerca de ellos. Su curiosidad era tan grande, que encontró una forma de averiguar quiénes eran, sobretodo cuando dijeron que venía una niñita muy hermosa, generosa, amistosa, cariñosa, tierna, amante de los animales llamada Sofía. Matilda, no aguantaba las ganas de conocerla, hasta que decidió salir.
Como era de día y había mucha luz, Matilda (que nunca había salido de casa) caminaba suavemente por el pasto, hasta que llegó a una pared, que limitaba su casa con la de los nuevos vecinos. Escuchó la voz de la niña que cantaba y le pareció tan hermosa, que lo único que deseaba era estar al lado de Sofía, que la tomara en brazos y la acariciara, mientras ella le ronroneaba de felicidad Entonces, vio un árbol apegado a la pared, y decidió subir por sus ramas. Preparó sus garras y comenzó a trepar, era un árbol muy frondoso, de hojas verdes, con muchas ramas. Matilda no se percató que una de ellas desató y botó la cinta de su cuello. Saltó a las ramas de otro árbol y bajó muy confiada.
Comenzó a caminar hacia la niña y cuando Sofía la vio, en vez de sonreír se asustó, le hacía gestos con las manos y le hablaba, pero Matilda no le entendía, por lo que se siguió acercando, porque quería que la niña le hiciera cariño. De pronto Sofía gritó tan fuerte, que Matilda se detuvo, miró hacia atrás y vio que se acercaba a toda velocidad, un animal de cuatro patas, como ella, pero más grande, con las fauces abiertas. Matilda nunca había visto algo así, que también se asustó y comenzó a correr desesperada, mientras el animal la perseguía. Logró llegar a un árbol, dio un gran salto, se afirmó de las ramas y llegó al patio de su casa, corrió donde su mamá y le contó lo sucedido, mientras sollozaba y respiraba agitadamente.
Ese día supo, que existían los perros y que la mayoría de las veces atacaban a los gatos, aunque en otras ocasiones eran muy amigos, y aprendió que es muy importante no ser tan curiosa ni tan confiada. Recuperó la cinta, la ató bien para que no se le perdiera. Antes de bajar de un árbol, se preocupa de ver si hay algún perro cerca o escucha lo que hablan los humanos.
Cuando conoció a Sofía (que la fue a ver cuando el perro la atacó), le gustó mucho más y desde ese día, Sofía va a visitar a Matilda, quien se pone muy contenta, la acaricia (le gusta mucho que le hagan cosquillas en las orejas) y escucha todas las lindas palabras que le dicen. Matilda se pone tan contenta, que ronronea de felicidad.
Y Colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto, y mañana te cuento otro.
|