Cuidadosamente embalada en fina cubierta de burbujas, listones coloridos rellenando grietas, y la caja de rojo cartón prensado, aislante de humedades o presiones externas. ¡Solo! y en casa, sin miradas interrogantes, ni suspicaces señalamientos o desaires. El mismo cuidado de embalaje, apostado ahora en el ansioso acto de ir deshilvanando capa a capa hasta vislumbrarla.
Kora. Su nombre corto y sensual.
La tersa sensación al tacto. La boca de rojo carmín intenso de sus carnosos y poliuretánicos labios, haciendo la O con ellos. La sutileza en la seda del vestido que la viste y la engalana. La siento a mi lado, emite, aunque ustedes no lo crean, calor de su piel sintética, aroma de mujer de pocos años, joven, veinteañera cuando menos. Sorbo el güisqui que apuro tembloroso entre las manos.
Nervioso a mi edad, la soledad de mujer a mi costado. Silenciosa dama de piernas elásticas y firmes y esbeltas. Deslizo mis manos recorriendo cintura, talle, senos minúsculos, y pregunto extrañado, ¿hasta dónde me permitirá el látex?
Desistí en mi primera cita con ella, la nerviosidad hizo mella en mis angustias y mis ansias, en mi respuesta de varón castrati, de solitario lobo, y paria de mierda. Desistí, al sentir en mí la penetrante y fija mirada de sus azules ojos orientales.
Ella está recostada en mi cama, su rostro no denota sentimiento alguno, ni de deseo, ni de frustración, sus labios se han quedado prendidos a la letra O, y yo dando vueltas en el sofá de la sala. Locura de hombre solitario.
Mañana lo intentaré de nuevo. A solas, con dos güisquis, con música de por medio. Y evitaré llegar con mis dedos primero, y con la mirada después, al tatuaje de su nuca, justo bajo sus cabellos, la huella imborrable del sello. A fuego tatuada. © 2015 By Sex doll, made in Japan.
© 2016 By Oscar Mtz. Molina
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