No tan gallinas

Hacia 18 años que mi equipo no salía campeón, para un Club de la categoría de River Plate, eso era una verdadera vergüenza.
A pesar de que teníamos los mejores jugadores, los mejores técnicos, y una gran hinchada, llegábamos a una final y la perdíamos, eso sí jugábamos bonito, en esos días solía ir a las canchas a ver al millo. Fue en esos años cuando nuestros eternos rivales nos pusieron el apodo de gallinas.
Hay un partido en esa campaña del año 1975, en que volvimos a salir campeones de la mano de Angelito Labruna, que quedó grabado para siempre en mi memoria, y que fue decisivo para que dejara de ir a las canchas por mucho tiempo. Fue contra Rosario central en su cancha, ellos estaban a mitad de la tabla, no tenían nada que perder, pero nosotros peleábamos la punta.
Recuerdo que en River jugaba la Pepona Rinaldi, y en Central Mario Kempes (El Matador), el encuentro en general fue bastante mediocre, principalmente el 1° tiempo.
Promediando la segunda parte del partido, vemos que ingresa la Barra Brava de Rosario Central, armados de palos y botellas y se dirige hacia el sector donde me encontraba, junto a mis amigos, nos preparábamos para lo peor, cuando veinte metros antes, sale un tipo de pelo corto y con pinta de milico, armado con una pistola Luger, se para delante de ellos y vacío el cargador, sin errar tiro. Los cosos caían como moscas, los sacaban arrastrando, muertos o heridos, la cuestión es que retrocedieron y salvamos el pescuezo.
Cuando salimos a la calle, los alrededores del estadio eran un desastre, coches quemados colectivos con los vidrios destrozados, huellas de disparos en las carrocerías.
Me imaginaba el escándalo que que se armaría, cuando la prensa radial, escrita o televisiva divulgara lo sucedido. Sin embargo al otro día, en ningún medio se mencionó lo sucedido
Allí fue que decidí actuar en política, preferí ser muerto en una manifestación que en un vulgar juego de futbol, que ya comenzaba a dejar de ser un deporte para convertirse en un colosal negocio, donde las hinchadas mantenían con sus entradas a verdaderas mafias, tal como hasta el día de hoy viene ocurriendo.
En mi dilatada carrera política, sufrí algún que otro garrotazo por parte de los milicos represores, gases lacrimógenos, amenazas, persecuciones, pero nunca vi tan de cerca a la Parca como en esa cancha.
Agustin Secreto: Derechos reservados