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RELATOS DE LA REVOLUCIÓN

La historia oficial en todas las latitudes siempre ha sido contada por los vencedores. En ella se destacan los hechos históricos, lugares y personajes principales pretendiendo establecer un pragmatismo oficial y oficioso donde en lo general solo se muestran trazos y trozos de la realidad, siempre tan lejana al verdadero y completo contexto de los hechos que se narran. Así, en la modalidad de entrega seriada, colocaré una serie de relatos imaginarios, productos de los desbordes de mi imaginación, entremezclados con datos reales contextualizados en el ambiente de la Revolución Mexicana.


El 7º de Caballería.


Yo he visto nacer este pueblo —me dijo el viejo Tobías una tarde calurosa de verano— Hace muchos años algunas familias llegamos a estas tierras de distintas partes del país huyendo de la revolución —siguió diciendo. Todos traíamos una tragedia cercana para contar, unos y otros habíamos sido víctimas de los combatientes, eran unos desgraciados, lo mismo los del gobierno y no se diga los revolucionarios, la ferocidad y la maldad eran tan grandes en uno como en el otro ejército.

Fuimos llegando como fantasmas de entre la bruma de los pedernales, Chente Pinzón, su difunta y los cuatro chamacos fueron los primeros en llegar, por eso escogieron las mejores tierras en la entrada del vallecito. Luego vinieron las hermanas Arizmendi, Gertrudis y Dolores y al otro día por el amanecer llegué yo con mi burrito el “Canelo”. La de malas chamaco, porque tuve que construirle de gratis su primera casa a las hermanitas, quién me lo iba a decir, las muy ladinas, con el paso de los años y aprovechando las circunstancias, quisieron controlar a los habitantes del pueblo.

Recuerdo muy bien —siguió diciendo el viejo— La Gertrudis de recién llegada casi se muere de las fiebres a causa de una mala enfermedad que le contagiaron los del 7º batallón de caballería de los federales. Esos fulanos tenían fama, lo mismo por su arrojo en el campo de batalla y por su valentía, como por su perversidad con las mujeres de los poblados que caían en sus manos. Cuando ellos ocupaban un pueblo, todos los hombres sobrevivientes del lugar quienes no habían muerto en la batalla o fusilados al siguiente día de la toma del sitio, eran encerrados en alguna casa, en la iglesia o simplemente amarrados en las afueras del pueblo y todas las mujeres, niñas, jovencitas, maduras y hasta las ancianas eran concentradas en el cuartel provisional instalado por la soldadesca para servir como recipientes de sus inmundicias sexuales.

Tobías, con mano temblorosa y lágrimas en los ojos, que no pudo o no quiso disimular, se pasó por la cara el paliacate mugroso, su compañero de siempre y continuó con su relato. —Escucha bien esto chamaco, la vida siempre premia o castiga nuestras acciones.

Dicen que en la batalla de Puente de Piedra, un poblado del estado de Morelos, el 7º de caballería fue sitiado en ese lugar y habiendo resistido trece días con sus noches los embates de las fuerzas del Coronel revolucionario Torcuato Salinas, recibieron noticias acerca de refuerzos y pertrecho a punto de llegar, era cuestión de resistir unas horas más.

Cuentan que a eso del mediodía, cuando el calor y la resolana convierten en un infierno el terreno de tepetate de aquel lugar, el coronel Torcuato Salinas dio la orden de cargar contra la entrada del pueblo sitiado, defendida por una ametralladora; el capitán al mando del 7º dio la orden de no disparar hasta tener al enemigo lo suficientemente cerca para causarle más bajas, era preciso no desperdiciar una sola bala, pues tenían muy pocas. Los escasos soldados sobrevivientes en aquel pueblo sitiado tomaron sus respectivas posiciones. El capitán se hizo cargo de la ametralladora y les ordenó esperar y solo cuando él empezara a disparar el artefacto, esa sería la señal para que todos repelieran la embestida revolucionaria.

La corneta de órdenes, el tropel de la caballada en movimiento envuelta en una gran polvareda, el ruido ensordecedor de los disparos, los gritos enardecidos de los combatientes lanzados al aire como un desafió de muerte, era todo en su conjunto un coro macabro. Cuanto la tropa de asalto estaba a tiro de fusil el capitán se dispuso a disparar la ametralladora, afianzó las botas en la tierra reseca para resistir el retroceso del arma y se medio incorporó para distinguir el blanco más propicio. En eso estaba cuando sintió un dolor muy intenso entre las piernas, era como si unas tenazas al rojo vivo le estuvieran cercenando el pene, ¡sí, su arma tan querida!, la que le había dado la victoria en cientos de lides en la cama. El dolor siguió aumentando, se hizo atroz, insoportable, el capitán se llevó las dos manos a la entrepierna y las retiró horrorizado cuando sintió esa parte del uniforme empapada de sangre y de un líquido purulento y apestoso. Estaba mirando sus manos ensangrentadas cuando sintió en su cuerpo las picaduras de un enjambre de abejas furiosas, esas abejas imaginadas por el capitán eran las balas del enemigo incrustándose en su humanidad y lo hacían estremecerse como un monigote de feria. Lo último que vieron los ojos del capitán del 7º de caballería del ejército federal antes de ser decapitado por el machete del coronel revolucionario, fue la grupa de la yegua alazana de su enemigo.

Cuando la cabeza del capitán derrotado fue colocada en una piqueta en medio del cuartel de la tropa rebelde, aún tenía los ojos abiertos, pareciera estar mirando un par de nalgas morenas, con un lunar en forma extraña en una de ellas, como las de aquella mujer color de la tierra, de cabellera azabache siempre trenzada, de labios carnosos como fruta sabrosa, quien en sus días de infancia se bañaba desnuda en el río con él y su hermano menor.

Fue de esta forma chamaco como el capitán del 7º de caballería pagó todas sus atrocidades, porque la vida todo te cobra en el momento de la muerte. Después te platicaré otras historias. Mientras tanto, apréndete esto: Se debe vivir de la mejor manera posible, para poder morir en paz.



Jesús Octavio Contreras Severiano
Sagitarion

Texto agregado el 27-02-2016, y leído por 317 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
27-02-2016 Se quedó sin sable, dl capitán. Mis 5 *. grilo
27-02-2016 GENIAL, COMO SIEMPRE, GRATO LEERTE...***** blasebo
27-02-2016 Es un grandioso texto, donde se puede leer, las atrocidades de las guerras. Por esto, no debemos de estar de acuerdo con ellas. Por lo que, debemos propiciar la paz en el mundo, rehuirle a los conflictos bélicos y clamar por la armonía y la solidaridad entre los hombres. Tu escrito retrata de cuerpo entero lo que se vive en las guerra. Saludos. NINI
 
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