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París puede ser la ciudad de la luz. París puede ser la sangre de todas sus revoluciones. París puede ser cuadros en Montmartre. París puede ser una postal de Hollywood.

París fue una acuarela donde deambulaban figuras desdibujadas de tipos estrafalarios. Manchas blancas que se diluían en fondos grises bajo un cielo plomizo. Pero bajo tu ala nada de eso importaba.

París fue un río Sena que se dividía revuelto entre sus islas formando remolinos bajo el Pont Neuf. Un hotel destartalado en la Bastilla que no protegía del todo del frío. Pero con el deseo de tus labios mi corazón se mantuvo cálido.

París era unos billetes de avión rotos en el tanatorio la primera vez que intentamos ir. París era mi firme propósito de salvar mi palabra y cumplir lo que había dicho. París era el lugar donde llevarte para follar como cuando no importa el lugar.

Y allí estábamos.
Tú sin saber del todo a dónde ibas, ni qué podrías encontrar o si te habrías imaginado allí antes.
Yo sin saber si querría regresar luego, o estar allí en ese momento o si sería capaz de imaginar algo distinto después.
Tú con tu rostro ilusionado, con un desacostumbrado brillo en los ojos, con la nariz ligeramente roja, con un leve parecido a dibujo de Disney.
Yo encogido por el frío, con momentos en los que me alzaba un par de palmos del suelo, con cinco centímetros menos de altura, con una pose escurridiza.
Tú desnuda con tu piel blanca, con tus pechos floreciendo, con tu coño lampiño.
Yo desnudo con mi cuerpo menudo, con mis huesos floreciendo, con mi pelo de peluche.
Y, entonces, cuando apenas habían pasado poco más de veinticuatro horas desde nuestra llegada, cuatro orgasmos míos, seis orgasmos tuyos, varios récords de pasos según tu móvil, una comida en un McDonalds, una cena a la luz de las velas y otear la iluminación nocturna de la Torre Eiffel, entonces creímos por un momento que el mundo podía ser eso, exclusivamente eso, ocultarnos del frío desnudos bajo un edredón blanco para acariciarnos, ver lo que quisiéramos si nos sobraba tiempo ese día, bailar perretón en un bar repleto de ganstas negros, comer cuando tuviéramos hambre. Entonces creíste que tendría sentido decir en voz alta algo que corría bajo los adoquines de la ciudad, entonces sentí cómo se podría estrellar un tren bala a toda velocidad contra un muro de hormigón, y atravesarlo.

París ha sido una ciudad entera a punto de alzar el vuelo. París ha sido un sol radiante sobre los Campos de Marte cuando nadie lo esperaba. París ha sido el mapa del laberinto para que todo cuadrara y nosotros, sólo tuviéramos que seguir bailando.

Texto agregado el 27-02-2016, y leído por 179 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-02-2016 Buen texto mis 5*. grilo
27-02-2016 Como dijo Cortázar: Pero París es como un corazón que late todo el tiempo; no es el lugar donde vivo; es otra cosa. Estoy instalado en este lugar donde existe una especie de ósmosis, un contacto vivo biológico. Yo digo que París es una mujer; y es un poco la mujer de mi vida... PiaYacuna
27-02-2016 Excelente, comparto todo tu sentir. Amo París. PiaYacuna
27-02-2016 *Me llevaste a París, negándome al regreso, me dejaste ebria de esperanzas, y predispuesta a reconstruir los sueños que ha roto la tempestad de la melancolía. Besos. JuliaFlorencia
27-02-2016 Algo mejor no podría haber leído hoy, celebro cada palabra que sale de las brasas de tu corazón apasionado. Me hiciste de ir a París y resistir a concluir el retorno de vuelta. Simplemente GRACIAS, hermoso escrito. JuliaFlorencia
 
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