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El cigarro Dunhill va de mis labios a tus labios y viceversa, cada vez más húmedo y los dos sentados en la banqueta de tu casa. Tu cabello avellana acariciando mi oído izquierdo, tu pantalón de mezclilla roído por la vida intranquila que llevas a tus diecinueve años y mi playera roja con letras repetidas del mercado más cercano, una mano tuya juega con el humo que exhalo, haces corazones en el aire y ahí estamos los dos, sentados en la banqueta afuera de tu casa. Tu hermana sale preguntando si ya llegó el Tony por ella, le decimos al unísono que no, luego el que se asoma es tu niño con el balón que recién le compré en Wall Mart, y me pongo a jugar en la calle con él. Nos miras y te ríes cuando el niño quiere patear el balón y se cae, se ríe también. Nos hacemos a un lado para que pase el auto de tu vecina que te dice adiós y al más pequeño le manda besos. Me sustituyes en eso de patear el balón para entrar a tu casa a ponerme un short para andar más cómodo, tu hermana está en su cuarto y me pide que le tome una foto para su face y le ayudo con eso mientras el Tony grita afuera su nombre, ella sale nos damos un beso de despedida y que te vaya bien, no te preocupes le digo, yo aquí los protejo, y se ríe porque traigo el short y los tenis de tu padre y al verme Raví nomás dice ito ito, y le digo que si, que son de su abuelito y nos reímos todos porque me quedan grandes y todo es felicidad. Tu madre llega del super y le ayudo con las bolsas, todos entramos y comienza a sacar la despensa y le ayudas con las cosas del refri, yo vuelvo a cambiarme de ropa y tu madre sentada en la sala comienza a hablar nerviosa diciendo que hubo un accidente en la avenida y te dice que no te vayas a asustar y me les quedo viendo a las dos y tu preguntas que qué pasó, atropellaron a Zach. Te sientas a su lado, me das la mano mientras yo sigo de pie, y comienzas a llorar. Tu mamá te abraza y llora también.

¡Qué cosas!, los niños no saben nada de la vida, este mundo es de juguete, comer, dormir. No conocen la noche pues se duermen temprano, piensan que siempre es y serán días soleados, días de juego, y sobre todo que nunca les faltaremos, que siempre estaremos con ellos.

Lo que tampoco sabe Raví es porqué a su mamá le sale agüita de sus ojos y eso le oprime un poco su corazón, y a sus tres años y meses con su dinosaurio entre las manos, se sube a tus piernas y te abraza. Salgo a fumar mi cigarrillo Dunhill número tres de la tarde para dejar el cuadro triste en la sala. Y llevo apenas dos bocanadas de humo cuando, recargado en el barandal mirando al lote baldío que está frente a tu casa, me abrazas por la espalda y me pides el cigarro. Te lo llevas a tu boca y me lo devuelves húmedo, sabor a ti, para decirme:

“Ahora tendré que ir al funeral de aquel que quise olvidar contigo, aunque tienes sus mismos ojos, su misma voz, su mismo andar. Tengo que despedirme del papá de Raví”.

Luego te llevo a caminar para protegerte de la noche que cae.

Texto agregado el 25-02-2016, y leído por 142 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-03-2016 este cala hondo de un modo más allá de su prosa confusa Vihima
26-02-2016 Es bueno. Sin embargo sendero tiene razón; agregaría sólo que de trabajarlo un poco más, quedaría no sólo muy bueno, sino genial. Si las imágenes saltan y explotan en el rostro en este cuento, qué será mejorado? Saludos.***** Pato-Guacalas
26-02-2016 Es triste pero tiene belleza. Siguelo trabajando y le sacaras todo el brillo Sendero
 
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