| Ávidas golondrinas que bordearán con el néctar de su aroma
 la cálida brisa de la noche,
 que sabrán los secretos de la luna
 entre el manantial que breva
 el fecundar de la verdad oculta
 y la savia viscosa de los bosques.
 
 Exilio de las penas,
 allí, donde nace el horizonte,
 con frenesí de conciencia enamorada
 alzaré ante las estrellas
 las caricias que viven sin nombre,
 tomaré del lago
 cada verso,
 para nutrir de amor
 el interior de mis enaguas,
 donde la princesa que yacía, se ha desecho.
 
 Regresaré al purgatorio
 para redimir el espíritu rebelde
 ante Caronte y sus viles demonios,
 los profundos laberintos
 que se escondían en tu mirada
 serán la profanación de la carne
 y el secreto que no revelaré ante nadie,
 pagando esta ofensa con mi sangre.
 
 Serás la excusa adecuada
 para sumergir el accionar de mis pecados
 en los ríos donde se retuerce la existencia
 y arden, sin la compasión del cielo, los condenados.
 
 Estrellas que parpadean
 sobre el firmamento de mi cuerpo,
 sos el peregrino de aquél universo,
 vacía me doy ante las emociones
 y me reinventas.
 
 Eternidad,
 se saborea en cada exhalación
 y fluye por las fibras de cada beso,
 luces que se estrellan contra la tierra,
 mientras en un cuarto de hotel,
 dos amantes contraen el sexo
 en una lucha de fuerzas.
 
 Las pupilas con las que te miro,
 serán las cómplices y testigos
 cuando desnude la libertad
 que atraviesa la plenitud de tu pecho,
 serás desierto dormido,
 serás león rugiendo
 entre el silencio primitivo de mis huesos,
 serás Poseídon
 sosteniendo y poseyéndome
 sobre el fragmento erguido de tus dedos
 ésos, ebrios de musas y deseos.
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