Siempre ando
por la calle del olvido
y paro
en la vereda del abismo.

Después,
agarro en contramano
por el lado de la soledad
y me cruzo con la impunidad
que va coqueteando con la frivolidad.

La vida viene y va,
y se termina por acabar,
cuando ella me lleva
y a veces me deja,
me creo una enajenada del sistema.

Me voy a la calle de la desolación
y el aire está desbordado de desilusión,
desgasto mis pies en los subsuelos de la perdición,
y vislumbro un juego de manos
entre la perversión que somete a la compasión.

Paso por la ciudad de la ansiedad,
observo las copas de los árboles
que son agitadas por el viento de la oportunidad,
y mientras sostengo una margarita entre mis manos
llego a la ciudad vecina del fracaso.

Voy terminando el recorrido
con la favorable bendición
de encontrar a los demás,
y concluyo como argumento,
que la eternidad del presente
es la vida que está ausente.


NOTA: doy como argumento que la eternidad del presente,( momento donde se fusionan la conciencia y el ahora) es por medio de ausentar la vida, esa vida con sus demandas y compromisos externos. La ausencia de la vida es el despertar de la conciencia en el ahora.
Fue un pensamiento de esa época, que si lo hubiera modificado hubiera perdido la esencia y su ahora, al reescribir este escrito, estoy eternizando ese presente, ese instante de conciencia.