El catalán ya le había dado una sonora palmada en la cara al colombiano cuando alguien adentro de la sala de cine gritó: ¡es un extranjero!¡A eso viene a nuestro país! A lo que otro grupo de espectadores, siguiéndolo, decidieron gritar ¡largáte de nuestro país! Seguido de silbidos. El hombre catalán era alto y corpulento como el protagonista de un cuento de García Márquez. El colombiano era bajito y redondo, como el estereotipo de los mexicanos. En la pantalla rodaba la película de Tarantino. Fuera de la pantalla hubo una breve pelea real. No sé quién empezó. Los dos actuaron equivocadamente. Los dos fueron escoltados hacia afuera de la sala de cine donde le contaron su historia a la policía.

Al terminar la película una amiga me dijo que últimamente sentía que todo estaba lleno de extranjeros. Gente que venía a drogarse y a buscar prostitutas porque al cambio del dolar, o del euro, salía barato. Esa misma noche el catalán hizo un video quejándose de la xenofobia con un tono condescendiente. La gente es terreno fértil para la intolerancia.