Sentaditos niños, que les voy a contar un cuento (y todos los niños atentos a quien habla).
Existió una vez (siempre debe existir alguien alguna vez) una pajarita que volaba con sus alitas por todo el bosque. Esta pajarita tenía su familia, dos pajaritos muy bonitos que cuando no estaba su mamá, el mayor cuidaba al más pequeñito. Como siempre volaba lejos de su nido para traerles de comer, una noche se encontró a un gato en la ventana de una choza. De pelaje muy oscuro y lindos ojos (todos los gatos tienen lindos ojos señor cuentista), el gato, aburrido de su vida y el ajetreo de no hacer nada, invitó a la pajarita a cenar. "No, tú lo que quieres es comerme" le dijo la pajarita. "Para nada" dijo el gato, "quiero platicar con alguien. Solitario veo por las mañanas a todos los pajaritos como tú, y quisiera estar ahí afuera, ser libre como ustedes. Quisiera que me acompañaras por lo menos esta vez a cenar" La pajarita le dijo: "Un gato es un gato, y sé que al final me comerás” y se fue volando. Entonces el gato quedó solo y comenzó a maullar de tristeza. La pajarita escuchó desde los aires y le dio pena ajena. Total que regresó para aceptar la invitación.
Así rompieron con todos los paradigmas de que dos seres de diferente naturaleza no pueden ser amigos..
Todas las noches, él se escapaba por la ventana para ir a platicar con la pajarita. Se acercaba sigilosamente (todos los gatos lo hacen así) al árbol donde estaba su nido y maullaba. Un canto desde más arriba le decía “estoy aquí, puedes subir”.
Pero así como todo lo que sube tiene que bajar, todo lo que tiene inicio tiene fin ( y todos los niños: ¡noooo!). Si, un niño travieso, no como ustedes claro, disparó con su escopeta de balines que su padre le acababa de comprar, hacia el nido de la pajarita dándole un tiro certero en su pecho y murió. Sus hijitos revoloteando de miedo, fueron a parar bajo el cobijo de otro nido.
“Quisiera que tu siguieras conmigo” decía el gato todas las noches con sus maullidos, rodeando con su caminar el árbol de su querida pajarita, hasta que poco a poco se murió de tristeza.
Y así termina el cuento, queridos, como se terminan todos los cuentos, con un ¡colorín colorado este cuento se ha acabado!
¡Ah, se me olvidaba! Si acaso escuchan en el bosque, el maullido de un gato triste, no hagan ruido. Silencio. Tal vez enseguida vendrá el canto hermoso y melodioso de la pajarita.
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