No puede dejar de observar a La Dama, es incapaz de despegar los ojos de su ferviente blancura, de su idílica pomposidad, de su figura, es tan onírica, tan perfecta, tan bella como abyecta.
Cuando prueba sus besos, cuando siente su presencia recorriendo su cuerpo, como corre vertiginosa por sus venas, como anida y le carcome la mente.
Es euforia al principio, desazón, amargura después. Un torbellino de imágenes inconexas le dicen que debe ser suya nuevamente, lo atacan con furia, con rabia inusitada.
Se desespera, corre hacia ella, vuelve a sumergirse en ese placer prohibido, en ese éxtasis engañoso. Un maquea velico circulo vicioso se apodera de él, se hace presente en su existencia, sin embargo, ya no depende de si mismo, no es dueño de sus actos, ni de sus pensamientos, sólo una cosa ama, sólo una cosa le importa. "La Dama", su "Dama Blanca". |