- Es el tinítus-, dijo el médico. - Espere unas horas, unos días y desaparecerá de la misma manera en que llegó-. ¿Ha tenido vértigos?
- Doctor, no me diga eso, llevo más de dos semanas con este zumbido enloquecedor en el oído izquierdo……- Mientras dice esto, piensa si realmente es el izquierdo o el derecho…o ambos…Y sí, si he tenido vértigos, vivo con ellos.
El médico garabatea sobre la receta, firma, la mira en silencio sobre sus lentes rectangulares, extiende la receta, la mujer la toma, él no la suelta…..-Doña Beatriz, debe continuar con su tratamiento y con las terapias. Sé que ha dejado de asistir a los grupos……- El médico sigue hablando algo que ella ya no escucha, sus palabras se han mezclado con los secretos que le cuenta la abeja que zumba en uno de sus oídos……ella no recuerda en cual. Beatriz hala la receta de las manos del médico y la guarda en su cartera. Saca el paquete de cigarrillos y el encendedor, -……..no se preocupe, no voy a fumar aquí…-, él se pone de pie en actitud de despedida, le extiende cordialmente la mano, pero ella, con ademán de disgusto, cuelga su cartera al hombro y se marcha dando la espalda al médico que se queda con la mano extendida y un costal de paciencia a la espalda.
Beatriz había adquirido el hábito de fumar mientras permaneció en la “casa de reposo”. Fueron dos años agónicos para ella. Su esposo no encontró otra forma de desprenderse del estorbo que ella le ocasionaba. Sus vidas se fueron tornando un suplicio, después de haber sido la joven pareja encantadora y de moda en la sociedad. Él, gerente de una empresa internacional llena de éxito y futuro, encantador, buen mozo y amante de su guapísima esposa. Ella, una ex reina de belleza, dueña de una personalidad exquisita, colaboradora en todo evento social y de beneficencia. No había revista que no peleara la foto de la pareja para ubicarla en las páginas sociales.
En la “casa de reposo” Beatriz aprendió otras cosas además de fumar. Aprendió que el miedo era domable en la medida en que el conciente lo ubicara como tal, como un existente en una repisa de la que se puede tomar o dejar lo que se desea. Comprendió que su poder era gigante, empezaba una carrera en la que nadie iba a alcanzarla. Debía ser la triunfadora y al salir de allí, pondría las reglas a todos los que le rodearan.
Dos semanas después de ingresarla, el amante esposo empezó los trámites de divorcio y no volvió más a visitarla. El abogado que la visitó para realizar el trámite, obtuvo la respuesta mas cuerda que jamás esperó…….”en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe…., dígale que estoy loca, por lo tanto no puedo firmar nada...” El poder pudo más que la razón y el divorcio fue un hecho a los tres meses de haber iniciado.
En la mente de Beatriz se tejían telarañas con hilos de colores, de amor y desamor; de gloria y de penas; de rabia……de rabia. Hilos que se enredaban entre ellos formando nudos diminutos que crecían pegajosos y sucios hasta formar inmensas esferas que empezaban a rodar dentro de la habitación, algunas escapaban y corrían cuesta abajo y se estrellaban contra casas y coches provocando desastres. Algunos niños en la calle, recogían los pedazos de hilos y los ataban a sus cometas, mandándolas a volar al infinito. Beatriz volaba en ellas, así era libre.
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