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EL LIBRO MULTICOLOR.


Había vivido a plenitud durante setenta y siete años, siete meses y siete días cuando le detectaron un cáncer incurable en el riñón izquierdo. Sabedor de su próximo deceso, cuyo pronóstico de los urólogos sucedería en un lapso de escasos seis meses, no se tiró al desconsuelo ni a la desesperanza, ni se arrepintió de nada realizado durante su vida, si por algo había de arrepentirse, —decía— era no haber intentado realizar las acciones positivas el doble de veces y las negativas ¡el triple! Y rompía en una desgastada carcajada semejante al aleteo de palomas cuando remontan el vuelo al atardecer. El viejo, con mente calculadora reflexionó cómo sacar provecho del tiempo de vida disponible, deseaba hacer algo realmente importante como último obsequio para su nieto Alejandro, quien a su lado había aprendido las primeras letras y al cual le inculcó su pasión por la lectura.

Mandó entonces a encuadernar ciento treinta y tres hojas en blanco como un símil representando los ciento treinta tres años de vida del ancestro más longevo de la familia. Era como un simbolismo siniestramente irónico. En ese libro en blanco planeaba escribir una historia por cada día que lograra subsistir. La pasta de la encuadernación también era de un albo inmaculado, porque pensaba dibujar una mariposa de un color distinto por cada temática desarrollada. Así, habría una mariposa roja por aquellas historias donde involucraran temas de asesinatos sangrientos; una de color negro por los relatos donde se detallaran muertes inexplicables; verdes, por las narrativas que motivaran la reflexión y la esperanza de una mejor convivencia humana; las habría cromáticas por las historias en donde con estilo depurado logrará abarcar varios temas en equilibro casi perfecto; mariposas amarillas por los cuentos de amores apasionados; estaría también una mariposa de un intenso rosa mexicano por aquellos textos donde se hablara de la tierra de sus antepasados, su tierra y la de sus descendientes; también dibujaría mariposas grises por aquellos temas de desamor, desencuentros, despedidas y desesperanzas, sin olvidar las mariposas color rosa, por aquellas historias relacionadas con el amor en pareja, de los amorosos y de las relaciones en vías de extinción de los matrimonios longevos.

Cuando le comunicó su proyecto a su nieto Alejandro, éste le dirigió una mirada interrogante, el viejo con una sonrisa socarrona le dijo:

—No te preocupes hijo, la muerte no sabe de matemáticas, lograré engañarla —

El abuelo se refería a que no cuadraba el número de hojas en blanco, con su tiempo posible de vida. Confiado en su artimaña el enfermo inició con febril actividad a desarrollar el plan trazado.

Empezó escribiendo una historia de amor en donde la protagonista —como la excelsa poetisa chilena— termina por introducirse en las embravecidas olas del mar, en un loco afán por alcanzar a su amado quien había partido en un veloz buque de vela con rumbo para ella desconocido. Luego un cuento infantil de tal gracia y sencillez que sería una delicia para los niños quienes lo leyeran o escucharan. Le siguió una historia de su tierra, en donde dos hombres se matan a machetazos sólo porque un niño indígena nació con los ojos color verde claro. Siguió su producción literaria con aquella historia donde mostraba la crueldad de la condición humana cuando se anida en el corazón la idea de venganza.

Así los relatos de amores y desamores, las fábulas, los microrelatos, las historias de extrema crueldad, los textos de orientación moralizante y hasta reflexiones sobre religión, política y temas ambientales se fueron engarzando y quedaban plasmados en el libro multicolor, merecedor de aquel nombre por la diversidad de su temática y la belleza de su portada.

Mucho más de seis meses después, Alejandro fue llamado con urgencia al lecho de su abuelo moribundo, lo encontró en un estado deplorable, pero lúcido. El anciano pidió los dejaran a solas; una vez satisfecha su petición, le dijo a su nieto:

—Mira hijo, en el viejo baúl que está bajo esta cama, encontrarás el libro con el cual he entretenido a la parca escribiendo para ti.

—Lo encontrarás envuelto de aquella piel del gato montés que hace muchos años maté en la serranía cercana a nuestro rancho; por cierto he de confesarte la verdad, no lo hice en una lucha frente a frente, desde muy joven ya imaginaba historias; la mera verdad lo mate de pura chiripa, yo le disparé a una atolondrada perdiz, el animalito volaba fatigada por el calor del medio día y fue a parar en aquel árbol donde dormía tranquilamente el gran gato montés... muy en silencio me fui acercado y, cuando tuve el ave a distancia de tiro, pum y le suelto el balazo, el animalito voló aterrorizado y yo me cagué del susto cuando el felino cayó a mis pies malherido—

El viejo y el nieto rieron en complicidad con risa medio contenida.

—No te preocupes abuelo, nadie sabrá tu secreto — Le dijo el muchacho.

Unas horas después el anciano enfermo dejó de vivir, luego siguió lo de costumbre en los velorios: llantos, gemidos, condolencias, mucha comida, vino, susurros, encuentros amorosos furtivos y todo lo demás. Siete días después, como se lo había exigido su abuelo, Alejandro fue en busca del libro en cuestión.

Efectivamente, se encontraba en el lugar y en las condiciones descritas por el viejo, muy a su pesar, por la gran pena que le causaba la muerte del anciano, el muchacho no pudo contener una risita cuando extendió la piel del gato montés y se percató del gran orificio de bala localizado justo donde en vida el animal tenía la cola.

Luego, con solemnidad el muchacho deleitó la vista en aquel cromo multicolor contenido en la pasta del libro del abuelo. Al abrirla y cerrarla daba el efecto óptico de mariposas en un aleteo sincronizado en el intento de desprenderse del libro. Después, con ternura terminó por abrir su legado. ¡Grande fue su sorpresa!, sólo había escritas treinta y tres historias, en la última página utilizada, estaba el siguiente mensaje:

“Alejandro, hijo mío, es mi deseo termines de escribir este libro, porque la vida no me alcanzó para más. Si en algún momento sientes desfallecer, acude a la página literaria donde me cobijé tantos años, ahí encontrarás autores espléndidos, plumas prodigiosas de las cuales podrás abrevar conocimiento, experiencia y seguridad en el oficio.

¡Cuídate de quienes no dicen verdad! ¡Desconfía de aquellos que se esconden tras de varios rostros! No te dejes embaucar por sus sofismas y falacias, pues quien hace del ocultamiento un hábito, anida perversidad en su corazón. Guarda prudente distancia de aquellos y aquellas que manipulan o se dejan manipular, ambas acciones tienen el mismo oprobioso origen. Prepárate, aprende al menos lo mínimo de técnica literaria, de ortografía, sintaxis y otras cosas elementales.

Nunca te dejes atrapar por los síndromes literarios que pudieras encontrar en aquel horizonte azul, como por ejemplo el Síndrome de la hormiga, padecimiento de aquellos quienes confunden la laboriosidad con la productividad y van publicando un rosario de textos muchas veces sin un ápice de calidad literaria, solo por hacerse notar. Nunca adules sin razón justificada, pues en ese entorno encontrarás muchos y muchas que vierten elogios inmerecidos como una inversión económica, para luego se los devuelvan con intereses.

No te empecines en verdades absolutas, pues el maniqueísmo ensucia el alma y genera enemigos, todo en la vida tiene matices. Nunca copies estilos ni textos, ni mucho menos cometas plagio, eso es vergonzante; tampoco exijas a tu imaginación más de lo que te pueda dar, deja a las hadas de la inspiración te traigan las historias, ¡ellas llegarán!, el secreto es atraparlas y luego contarlas con tus propias palabras, porque todos los temas ya han sido tratados, recuérdalo bien, ¡Creador sólo hay uno!, los hombres sólo recreamos lo manifestado. Estoy seguro tendrás el carácter, la prudencia y el arte para lograrlo, me he esmerado en enseñarte los caminos de la vida, llegará el día cuando nos reuniremos para recorrer juntos los caminos de la muerte y luego detenernos, ¿por qué no?, a contarnos las historias que imaginamos y luego escribimos”.

Alejandro cerró el libro multicolor y se juró cumplir la encomienda de su abuelo. Porque en sus genes también había la pasión por escribir. Además tomó la determinación de incorporar una mariposa más al empastado del libro. Sería una mariposa azul, en homenaje al sitio literario donde se refugió su abuelo, laboratorio y fragua de sus textos. El lugar donde vistió y desnudó su imaginación, sitio que le calzó muy bien, igual a un traje a la medida. Como dice el poema Mariposa Azul de Jorge Ramírez: “Traje azul, más azul que el azul, / pedazo de cielo en la soledad/ como beso de amor perdido, / aquel azul, de un azul muy fino..."


Jesús Octavio Contreras Severiano.
Sagitarion.


Texto agregado el 22-02-2016, y leído por 335 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
23-02-2016 Me encantó!! ...¿qué más podría decir, salvo aplaudirte? Un abrazo dulce. gsap
22-02-2016 Un anciano !Muy sabio! Un texto grandioso, educativo y reflexivo. Todos debemos aprender de él, en las lides escriturar, porque es fuente de sabiduría. !Excelente narrativa! No por adular. Saludos. NINI
22-02-2016 Ahhhh, texto completo en su forma y fondo. Es muy agradable leer algo diferente y con tantos matices que denotan un gran conocedor de la condición humana y de este universo azul; tan lleno de sueños y letras, a veces estas últimas no muy afortunadas. Aprendo mucho leyendote. Cinco aullidos literarios Yar
22-02-2016 ¡Cómo me ha gustado! Es un texto para reflexionar, todos somos en parte el abuelo y en parte el nieto. Saludos. PiaYacuna
 
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