Soy una trabajadora social adscrita a un albergue femenino en la frontera. Ustedes han de saber que las creencias ayudan a la gente a sobrellevar lo difícil de la existencia, así son comunes las expresiones: “Si Dios quiere”, “Primero Dios”, “Gracias a Dios”, que se emplean en el habla cotidiana. En mi trabajo me he dado cuenta de historias interesantes. Les platicaré una.
En un matrimonio joven, sin hijos, el marido, Chon, decide irse al otro lado, según él “para salir de jodidos”. Con trabajo lo consigue, el problema es que tiene que quedarse en Estados Unidos por dos años, sin venir ya que existe el miedo de no volver a entrar. Eso sí, cada mes enviaba los dólares a su casa.
La esposa se siente sola y dada su religiosidad acude a su iglesia tanto a confesarse como a rezar. El padre Arsilio, su guía espiritual y confesor, oía sus cuitas. Tanto acudió hasta que salió embarazada, dio a luz un robusto niño de tres kilos, ochocientos gramos.
Chon “por quítame estas pajas” se pelea con su patrón, un gringo grande y coloradote. Éste lo acusa con la “migra” que de inmediato expulsa al pobre ilegal. Cuando regresa a su casa se sorprende al encontrar a su mujer con un bebé de tres meses en brazos.
—¿Y esto? —pregunta señalando al niño.
—El espíritu santo… —empieza a decir la atribulada mujer.
—¡Espíritu santo, ni qué la madre —exclama furioso el hombre— puta, hija de la chingada!
Como era un hombre de acción la emprende atizándole a la pecadora una santa paliza que nada tenía de cristiana.
Como ven, a veces el sueño americano no se cumple.
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