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ALONDRA Y ALFONSINA II


La boda.

El encuentro entre la madre de las hermanas siamesas Alfonsina y Alondra, con Clemente Natera el propietario del circo de rarezas y pretendiente en matrimonio de unas de las hermanas y el cura del poblado a quien se le conocía como el padre Chuy, fue en un ambiente de desconfianza, ríspido, trabado en la negociación pero al final se llegó a un acuerdo entre las partes.

Los acuerdos finales, mostraban a quienes quisieran verlo, menos a Clemente, una serie de indicios que no auguraban nada bueno para el entorno íntimo de los futuros esposos. Por principio la siamesa desposada era Alondra, pues Alfonsina se negó a casarse ante la ley con el hombre del circo, afirmó no tener ninguna intención de relacionarse sexualmente con ningún sujeto. Sin embargo, doña Licha exigió y logró convencer a Clemente dizque para cubrir las apariencias, de casarse ante la iglesia con la renuente Alfonsina, pero bajo juramento eclesiástico de no tener relaciones sexuales con aquella siamesa. Con Alondra la boda sería ante la ley civil. El pretendiente, además, daría a cada una de las hermanas cuatro mil pesos como dote nupcial. Como “tiro de gracia” para Clemente, éste convino en que doña Licha fuera a vivir con “el trío nupcial”. Por si fuera poco, la futura suegra impuso una condición más: Clemente entregaría a Crescencio, el sacristán de la iglesia y hermano de doña Licha, una mula y el vibrador para quitar el hambre ofrecidos antes a ella y desde luego se obligaba al futuro marido a enviar mensualmente una modesta cantidad de dinero al sacristán. En este punto las negociaciones estuvieron a punto de romperse definitivamente. Clemente muy ofendido se dijo víctima de la ambición desmedida de doña Licha, quien a juicio de él, ahora sí estaba vendiendo a sus hijas y abandonó el lugar de la reunión.

Nuevamente intervino conciliador el padre Chuy, alcanzó a Clemente y por lo bajo le dijo tener conocimiento de una razón poderosa para que su futura suegra exigiera las últimas condiciones, desde luego no podía explicárselas por ser parte de un secreto de confesión, pero si él quería trasgredir las cosas de Dios, le pediría a doña Licha su autorización para confiarle al hombre del circo su secreto de confesionario. Clemente ya más calmado no quiso ser sacrílego y aceptó finalmente todas las condiciones y la boda pudiera realizarse.

No fue fácil el asunto. El juez del registro civil se negó a oficializar la boda civil en virtud de no haber antecedentes de un caso similar en los anales del derecho en el país. Lo más que podía hacer era enviar su caso a revisión y autorización a los tribunales colegiados de su jurisdicción. La resolución de este trámite a decir del propio juez, se llevaría de un año a año y medio aproximadamente. Doña Licha, el padrecito Chuy, Clemente y hasta las siamesas insistieron mucho ante el señor autoridad para convencerlo de dar fe de su matrimonio. El juez se mostraba determinante, no estaba en sus manos subsanar aquella laguna legal representada por un casamiento civil entre unas siamesas y un hombre. Afortunadamente en México no hay laguna legal que no se pueda obviar con unos cuantos miles de pesos.

No estaba todo solucionado. ¡No señor! Pues el mismo día de la boda apareció quien sabe de dónde, un representante de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y una funcionaria de menor jerarquía burocrática de la Comisión Nacional de los Derechos de los Indígenas para impedir el enlace matrimonial bajo el pretexto legaloide de actuar en defensa de los derechos humanos y la dignidad indígena de las siamesas. Por si fuera poco, el padre Chuy recibió un enviado de la Curia católica quien desautorizaba aquella boda por considerarla impía y contra natura, pues los siameses no estaban contemplados en la Sagrada Biblia. Clemente estuvo a punto de caer en el desánimo, ahora comprendía que vivir la diferencia es como caminar entre vientos huracanados por una cuerda encima de un abismo. Sacó entonces fuerza de flaqueza y se aferró a la idea de un matrimonio con la siamesa Alondra donde nunca faltara el coraje y el valor, porque vivir la diferencia es como vivir en ninguna parte, es existir fuera de la humanidad, ser la otredad de la otredad, bordeando desde el exterior la moralidad al margen de las instituciones. Clemente entendía muy bien su próxima vida matrimonial siempre a expensas de la hostilidad generalizada, de la maledicencia del vulgo, de la aceptación por lástima condescendiente de quienes disfrutan vivir sus pesadillas despiertos y de la curiosidad morbosa de hombres y mujeres acostumbrados a llevar ocultos en el alma sus deseos obscenos y sus depravadas fantasías sexuales.

Finalmente los funcionarios avocados al caso desistieron su intervención después de recibir de parte del novio abultados sobres conteniendo dinero. Al representante de la Curia católica el padrecito Chuy le convidó un banquete en donde el platillo principal fue mole de guajolote y puso a su disposición una garrafa del vino coreano tan apreciado por el borrachín del pueblo. Las consecuencias no se hicieron esperar, aquel incomodo visitante antes de terminar su comilitona ya estaba pidiendo un lugar para cagar en medio de atroces cólicos intestinales y una seguidilla de sonoras flatulencias quienes le impidieron llegar con pulcritud al sitio donde se defecaba. La combinación ingerida fue fulminante para el organismo del representante del clero, lo tuvieron que llevar en andas al pueblo más cercano ubicado a muchos kilómetros de distancia y terminó así la congoja ocasionada por su presencia.

Entonces doña Licha se dispuso a terminar los preparativos para la boda, la cual sería lo más sencilla y discreta posible. Clemente no estaba dispuesto a exponerse al morbo pueblerino. En eso estaban cuando se oyó fuera de la iglesia un gran ruido inusual y el alboroto de la gente. Era un helicóptero que en medio de una gran polvareda descendía en el sembradío de melones de Agustín Quiñones. El aparato pertenecía a una importante televisora interesada en divulgar a nivel nacional aquella boda. Así en cuestión de horas, un evento generado en un apartado ambiente rural estaba a punto de convertirse en una noticia de escándalo nacional. Del helicóptero bajó una mujer extremadamente flaca, desgarbada y de aspecto desagradable. Era una conductora de Talk Show cuyas referencias eran el escándalo y el sensacionalismo. Con ella descendieron camarógrafos, técnicos y toda una jauría en pos de las siamesas para divulgar todo los detalles morbosos o no de las hermanas. Entonces doña Licha machete en mano encaró a la conductora de tv y le exigió respetara la privacidad de sus hijas. La conductora primero ofreció a la madre de las siamesas mucho dinero, fama y hasta un papel protagónico en una telenovela. Doña Licha por toda respuesta, obcecada como era, levantó su machete y lo blandió sobre la cabeza de la mujer de la televisión y esta con la experiencia de muchos años en aquellas lides, optó por dejar por el momento en paz a las siamesas y se dedicó a entrevistar en vivo y a nivel nacional a cuanto habitante del pueblo estuviera dispuesto. Cuando llegó su turno al borrachín del pueblo, éste contó toda una historia tejida entre verdades y mentiras y de paso aprovechó para publicitar las bondades de su bebida a base de una formula norcoreana.

Clemente no esperó más, exigió al padre Chuy lo casara con Alfonsina aunque fuera en la sacristía, lo importante era abandonar aquel lugar convertido ahora en centro de atracción de los medios de comunicación y del interés de los ávidos usuarios de la inmediatez comunicativa, desde donde a través del Twitter, el Facebook, Whatsapp y otras monsergas muestran la idiotez y la conducta falaz de quienes establecen comunicación casi desde el anonimato. La boda eclesiástica se llevó a cabo sin más dilación y como únicos testigos doña Licha, Crescencio el sacristán y el borrachín del pueblo quien dormía “la mona” en el patio de la iglesia y despertó justo a tiempo para atestiguar la ceremonia a la que el párroco revistió de solemnidad hablándola en latín.

Por la noche, en medio de la oscuridad Clemente, las siamesas y doña Licha abandonaron el lugar para ir a la casa del juez del registro civil, quien afortunadamente vivía en las afueras del poblado. Ahí los estaban esperando el sacristán, el padre Chuy y el borrachín del pueblo, éste último al no ser invitado se dio sus mañas para integrarse al selecto grupo. La boda civil se llevó al cabo sin más ni más y los esposos, claro está, junto con doña Licha se remontaron a la serranía para alejarse de la vorágine televisiva. La idea era refugiarse en lo más alto de la sierra en una cabaña propiedad del padre Chuy, donde se quedaba el párroco cuando iba de cacería, pues el hombre sabía muy bien separar las cosas de Dios y las del diablo.

Mientras tanto a miles de kilómetros de ahí la boda sobrepasaba las más optimistas de las expectativas de audiencia imaginada por los responsables de los medios de comunicación. La noticia de la boda aparecía en las primeras planas de la mayoría de los diarios del país, lo mismo en las portadas de revistas de la farándula y hasta científicas. Se preparaba con prisa un guión de telenovela con ese tema y se llegó al colmo de exhibir una parodia televisiva del evento en donde dos actrices unidas por un corsé especial “actuaban” en el personaje de las siamesas. Desde luego también los hashtag haciendo referencia al asunto se multiplicaban en las redes sociales y en los estudios de las cadenas televisoras se organizaron sesudas mesas de análisis y polémica sustentadas en los testimonios de la gente del poblado de donde eran las siamesas. Ahí destacados juristas debatían en supuestos jurídicos que traería aquel enlace matrimonial… ¿Sería causal de divorcio si Clemente tuviera relaciones sexuales con ambas hermanas? ¿En el supuesto anterior, a quienes de las dos le sería infiel el marido? ¿Podría Alfonsina acusar de exhibicionismo obsceno o al menos inducción a la pornografía a los esposos por realizar el coito junto a ella? Mientras tanto los politólogos en medio de su verborrea acostumbrada exageraban las bondades de la democracia y la partidocracia, pues según algunos “testimonios” una de las siamesas simpatizaba con el partido político en el poder, mientras la otra se inclinaba por un partido de oposición. También había en los debates feministas, clérigos y representantes de la sociedad civil, todos “llevando agua a su molino”.

Después de muchos días de camino porque la travesía se hizo más difícil debido a la falta de costumbre de las siamesas de caminar largas distancias, los desposados y la suegra por fin llegaron a su destino y se dispusieron a descansar. Sería la primera vez que las siamesas dormirían con un hombre compartiendo la intimidad. Una primera noche de luna de miel tan sui géneris como había sido la vida de las hermanas siamesas Alondra y Alfonsina. (…)





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Continuará, solo para realizar un atisbo a la intimidad nupcial, pues es muy frecuente que en la primera noche de casados las parejas después del éxtasis o durante la contemplación del otro cuerpo descubran secretos que pueden ir desde un lunar hasta otras cosas mucho más interesantes y estos personajes no podían ser la excepción.

Texto agregado el 19-02-2016, y leído por 384 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
29-02-2016 La segunda entrega ha logrado aumentar mas mi interés por ésta poco común historia. Seguiré leyendo. Saludos! TuNorte
20-02-2016 Seguiré la tercera parte de la historia. Tiene pinta de acabar en demanda o divorcio de una de las tres partes, ja, ja...Mis 5*. grilo
19-02-2016 2. Realmente felicito tu valentía porque te vas a introducir en tema escabroso, ni me imagino como sigue la historia, solo sé que con tu creatividad y procesamiento, se viene algo bueno. Te felicito, sigue adelante, te sigo. Un abrazo dulce. gsap
19-02-2016 1. Me encanta la forma en la cual has desarrollado la historia, ocupándote de muchos detalles que le dan sabor, por ejemplo, el debate legal, con las preguntas correctas que no solo dan para una historia ficticia, sino que también para la vida real. gsap
19-02-2016 Todo un show la vida de unas siamesas. Interesante argumento. inalcansable
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