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Supe que era la última vez.
Te abracé con el alma,
mi corazón en silencio te besó.


17 de febrero de 2016


Ahora solo podré dejar memoria de ti en líneas no trazadas.
Puedo asegurarte que no olvidaré ningún instante compartido,
en mi vida ha quedado tatuada la tuya.
Tus suspiros, tus sonrisas, tu ser y tu todo,
abrieron en mi alma un espacio para recordarte.

Desde lugares que en este momento desconocemos,
llegará a nuestros oídos el susurro de un TE QUIERO.
Quizás algunas lágrimas embriaguen inevitablemente nuestros ojos,
tal vez sintamos que en el viento nos abrazamos como en aquella última tarde,
no dudes que en mis versos difusos, buscaré llegar a tu encuentro.

Se desvanecerá poco a poco el sabor de tus labios,
se perderá inevitablemente el aroma del chocolate dulce,
se borrará de nuestras memorias la mirada espesa,
habrá solamente espacio para sombras dibujadas de manera apresurada,
sombras con rostro de vida, cubiertas por sentimientos, libertad y dulzura.

Extrañaré impetuosamente nuestras visiones furtivas, el tacto fugaz de tus manos.
Me veré en alguna noche, en algún día, inventándote de nuevo en monólogos fallidos.
Con los días, los meses, el tiempo, habré imaginado miles de imposibles junto a ti,
habré soñado al evocar tú voz que inevitablemente desaparecerá,
se disipará como tus hermosos luceros, como tus sonrisas, como tú.

De alguna manera continuará latente la sed de nuestras miradas insaciables,
sed de recorrer caminos desconocidos para pertenecernos como los colores al otoño.
La corta esencia que robamos el uno del otro, bastará para embebernos por un tiempo,
luego llegará de nuevo la utopía acompañada de melancolía, ilusión y apacibles recuerdos,
quimera ineludible.

Me dueles, en cada resquicio de mi corazón y de mi alma.
No es fácil verte partir, saber que te llevas contigo parte de mi vida.
Quise detener el tiempo unos segundos más para grabarte por completo, para nombrarte,
pienso en ti en este momento, en tu nombre, poesía, prosa, canto, noche, día, lluvia, café, Lisboa y chocolate.

Pernoctaré en tu pecho de vez en vez,
sentiré el calor ausente de tu presencia.
Solo te pido de manera frenética que no olvides nunca la casualidad,
casualidad de un chocolate en alguna calle sin nombre,
en una ciudad intransitada,
en cualquier retazo del tiempo.

Está de más decir que no nos esperaremos.
Basta recordarnos difusamente para vivirnos.

Texto agregado el 18-02-2016, y leído por 91 visitantes. (2 votos)


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