Inútil cuerpo mío, que no soportó el paso de los años. Si no fuese inválida, serviría para algo. A veces me pregunto el porqué me tuvo que pasar esto, mientras mi alma se deprime por no tener movilidad.
Aquella mañana de sol tibio y aire fresco traté de levantarme, pero perdí equilibrio. Sentí que me caía a un vacío sin fin, pero solo me había caído de la cama. Nunca las horas habían pasado tan lentas desde aquel entonces. No sé el por qué me pasó, ni sé el porqué conservé intacta mi vida. Solo soy una anciana, que depende de los demás. Soy una molestia, lo sé. Nadie me lo puede negar.
“No digas eso. Tú no causas problemas. Haz hecho mucho por nosotros. Es hora de cuidar de tí”
Eso siempre me dicen, pero en el fondo siento que están hartos de mí. Eso duele, porque siento que solo estoy sobreviviendo en un mundo cruel y dentro de un cuerpo que no funciona más.
Cuando nadie está, me desespero. Tengo miedo de estar sola, de que me abandonen. Solo quiero que ocurra un milagro, para que mi vida tenga un valor al fin.
Las horas pasan lentamente. Empiezo a recordar y añorar algunos hechos del pasado. Cuento un montón de historias a mis nietos, que suelen visitarme para tener compañía. Eso es lo que me hace feliz, porque al estar con ellos, siento que las horas pasan más rápido, que hay posibilidades de volver a sonreír.
Quiero dormir. Quiero descansar. Quiero que este escrito termine ya, para así dejar mis sentimientos y poner un final a esta historia triste y fatal. |