Su nombre era Panambi. Era una niña hermosa, pero muy pequeña. Lo que más le gustaba Panambi eran las mariposas, aunque eso no tenía nada que ver con su nombre. Simplemente, quería ver un jardín lleno de mariposas de diferentes colores, volando de flor en flor y atrayendo, con sus llamativas alas, la mirada de otros seres vivos.
Desde que recordaba, Panambi había visto muchas clases de mariposas en toda su vida: mariposas de alas negras, las de alas amarillas, las de alas “mágicas” que podían confundirse con un tallo o una piedra… pero las que más les gustaban eran las mariposas de alas negras y azules. Y siempre que veía una mariposa de esas, creía que su día sería muy bueno.
Pero un día, cuando fue de viaje, entró en un jardín y encontró otra especie de mariposa. Era una mariposa verde. Si bien, ya había visto mariposas verdes, ésta era de un verde extraño: era un verde oscuro y tenía unas rayas negras en las alas externas. Era la primera vez que veía una mariposa como esa.
Panambi trató de seguirla, pero la mariposa empezó a volar. Era muy rápida, más rápida que cualquier otra mariposa que Panambi hubiese visto. Por esa razón, la perdió enseguida.
Después de eso, nunca más vio a una mariposa parecida a esa. Pero tampoco la olvidó y, en el fondo de su corazón, esperaba encontrarse algún día con esa mariposa porque sabía que, si la veía de nuevo, tendría mucha suerte durante toda la vida.
Y hasta hoy, sigue buscándola. |