El ángel guerrero bajó a la Tierra para ver lo que pasaba. Por alguna razón, la encontró en un ambiente tenebroso, cuyos habitantes se comportaban peor que el demonio.
Algunos traicionaban hasta a sus mejores amigos para conseguir bienes materiales. Otros mataban para obtener lo que más querían. Los que querían escapar de sus responsabilidades mentían, o simplemente culpaban al otro. Y esto y mucho más vio el ángel que, con una desesperación que nunca pensó sentir, le preguntó a Dios el porqué los humanos son así.
En eso estaba cuando vio a unos niños, que estaban jugando entre los árboles. Uno de ellos encontró una flor y, al ver que los otros lo iban a pisotear, dijo:
- Tengan cuidado, o lastimarán esa flor.
- Es solo una insignificante flor – le respondieron los otros niños y pisotearon la planta.
En ángel, compadecido por ese niño de alma pura e inocente, se acercó a él y le dijo:
- No te preocupes, que recibirás un hermoso regalo del gran Creador.
Y en un abrir y cerrar de ojos, el niño tuvo frente suyo un montón de flores hermosas. Algunas eran de una belleza inexplicable, tanto que el pequeño creyó que provenían del paraíso.
- Muchas gracias – le dijo al ángel – pero por más hermosas que sean, siempre alguien las destruirá.
- En este mundo ocurre esa desgracia – le respondió el ángel – pero existe la chance de que vuelva a renacer lo bello, siempre y cuando exista una voluntad de que se haga el bien.
- Eso mismo me dijo mi mamá. Ahora veo que tenía razón.
Entonces el ángel comprendió que, a pesar de que el mundo estuviese invadido por la maldad y el odio, todavía existían personas que deseaban la paz y que, a pesar de todo lo malo de la vida, no perdían las esperanzas de que todo mejoraría algún día. |