La vida es mía
para que negar, y
siento que se escabulle
por la arboleda verde
en sombras.
Flotando está,
latiendo, en su follaje
con humos de misterios,
recorriendo mis entrañas
me estremezco,
de la calma que me embarga,
del martirio,
de ver mi despojos.
En el eco de mi memoria
arrullan sonidos viejos
laten, a corazón abierto,
giran, sin lágrimas,
danzan, en la niebla
con la edad del viento,
deshabitada, llana,
desierta.
Quedando en el vértigo
profundo de mi alma
la cavidad sin huellas,
el silencio sin calma.
Neutro el frío intenso
gris precipicio,
de olvido.
ALESSANDRINI MARÍA DEL ROSARIO. |