Por aquí ya nadie viene,
nos ha inundado el hastío.
Sobran crónicas de exilios.
Primero se fue, callada, la mar.
Amanecí un día y solo reparé
el acantilado totalmente vacío,
y la mar se llevó los peces,
y los pájaros y las algarabías
de los pescadores en sus redes.
Luego partió, oscuro, el suelo
y el aire se pobló de azufre,
los caminos se ahogaron yermos
de polvo, cenizas y escombros,
se evaporaron árboles, flores,
durazneros y todo ser vivo.
Finalmente el cielo inició su partida,
despojando al universo
de amaneceres, nubes, estrellas
y la posibilidad de tener sueños.
Luego de eso, solo quedó este aquí
por el que ya nadie viene,
frente a un mar hoy ausente,
bajo un cielo que es infierno,
en un suelo condenado al destierro.
Muy hondo perduran los de abajo,
sobreviviendo a tientas,
nostálgicos, inadvertidos e inconclusos,
buscando veredas limpias en la noche ciega
y algún corazón contento. |