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A ver que hizo la Ñatita

¡Ya estás molestando a la Ñatita, muchacho del demonio! Le gritó la abuelita a su juguetón nieto, quien se veía fascinado por la calavera que estaba afincada sobre una mesa muy bien arreglada, puesta sobre un mantel blanco con bordados, rodeada de veladoras e inciensos, con dos jarrones de cristal con flores blancas, amarillas y aquellas florecitas pequeñas llamadas lluvia, aquellas flores que se ocupan siempre en adornar las lapidas en el cementerio.
¡Quieto, te digo, que la vas a traer abajo a mi Ñatita, caramba!- Vociferó otra vez la abuela que ya estaba perdiendo la paciencia con el movedizo niño que no dejaba de merodear a ese cráneo humano, de quien no se sabía cuál era la identidad del que en vida fue. Ya eran varias décadas que la calavera descansaba sobre ese altar empírico y pagano, al cual la anciana abuela veneraba con fe ciega, una fe mezclada de supersticiones y tradiciones, de santería y ocultismo con algún atisbo de fe católica, porque así se declaraba ella, muy creyente en la virgen y en los santos.
La fe popular, como le dicen a las creencias del pueblo, que se nutren de las antiguas prácticas de aborígenes ancestrales, que calan en gentes sencillas y de poca conciencia acerca de las verdades eternas, verdades que solo se encuentran en la Palabra de Dios, la Biblia; estás son personas que se dejan llevar por el costumbrismo y la tradición de su entorno, de los parientes o de sus paisanos, que les aconsejan sobre cuentos y creencias, los que de oídas también han recogido, de quien sabe que parroquiano las vino a contar o inventar.
A la Ñatita se le atribuye el poder de espantar a los intrusos amantes de lo ajeno, conocidos en el argot del llano como “choros”, y son ellos además según los relatos que manifiestan al ser atrapados con las manos no en la masa sino mas bien, las manos en la calavera, porque esta calva figura se les presenta y los llena de espanto para no permitirles cometer sus no ilícitas intenciones.
Otros dicen también que esta huesuda guardiana, se encarga de resolver asuntos legales, de concretar amoríos, de hacer sanaciones milagrosas o traer prosperidad y buenaventura a sus custodios, pero estos ingenuos deberían de cuidar a quien le rinden culto y en quien ponen sus esperanzas, porque al no adorar al único Dios soberano, se están entregando sin tapujos al gobernante de este mundo, el caído Satanás, quien tiene poder pero limitado, si es capaz de engañar y encandilar a los incautos seguidores de estas vanas creencias populares.
Algunos vecinos y amigos de la abuelita le reprochan sus tradiciones idolatras y estan los otros que le piden que se la presten, porque saldrán de viaje y necesita a la Ñatita y es a lo lejos mucho más económica que una alarma, un guardia de carne y hueso o un feroz canino, solo le tienen que poner sus veladoras, colocarle su cigarro en la boca y un sombrerito para el frio y completo esta el conjuro para que haga su fantasmagórico trabajo.
La calaverita de nuestra historia fue puesta a prueba una tarde, la abuelita recibe en casa, por encargo de su hijo una valiosa cámara de video profesional; el muchacho le recomienda a su madre que la tenga bien resguardada y si es posible en un lugar oculto, donde nadie pueda llegar a encontrarla. La octogenaria muy ufana e inconcusa, le replica a su primogénito que no hay lugar más seguro que estar al resguardo de su Ñatita famosa; quien llegue con afanes de poseer ese aparato, se llevara un susto mortal que lo convertirá también en un colega de la calavera guardiana.
Al irse su hijo al trabajo, el joven le dice a su madre, que esa cámara es para venderla, que es muy cara y que este pendiente de las llamadas de los posibles compradores llamen interesados en comprar, que envíe al nietecito a buscarlo al trabajo y que sus clientes le esperen, si llegan antes que él.
Y así lo hizo, se presento el primer parroquiano preguntando por la cámara en cuestión, la abuela sin ninguna desconfianza lo hace pasar al interesado visitante porque parece ser una persona distinguida y de amables maneras, además la Ñatita se encargará de cualquier intento de robo, no faltaba más, su casa y todo lo que está en ella, no corre peligro alguno con la calaverita de marras.
Se escuchan gritos, golpes y ruidos dentro de la casa, un alarido final: ¡Agarren al ratero, se lleva la cámara de mi hijo! Muy tarde es cuando llega su hijo agitado corriendo, por la trágica noticia, su Cámara Sony profesional se hizo humo, la guardiana de ultratumba yace dislocada de la mandíbula y desparramado su pagano altar.
El muchacho acalorado y con una rabia contenida le pregunta a la abuela: A ver pues mamá dígame, ¿Qué hizo su Ñatita?

Texto agregado el 06-02-2016, y leído por 131 visitantes. (1 voto)


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