EL HOMBRE, LA LUNA Y YO
Hace cuarenta años que el hombre llegó a la Luna. Aquel 20 de julio, más de seiscientos millones de terrícolas pusieron la vista en el cielo, con la esperanza de que en unas horas quedase al alcance de la mano. "Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad." Esta es la frase que dio fama universal al primer hombre que pusiera los pies allá arriba, en el espacio infinito. 9 años antes, el presidente Kennedy había lanzado el desafío de que esto iba a hacerse realidad en menos de una década. Y parece que así fue, si a las imágenes nos atenemos. Eran los tiempos aquellos de la Guerra Fría; los soviéticos iban por delante en la carrera espacial; había que demostrar a los ojos del mundo que el pueblo americano sabría ponerse 'a la altura de las circunstancias'.
Durante muchos años, he sentido no poco orgullo al poder afirmar: "Yo nací el mismo año en que el hombre aterrizó por primera vez en la Luna. Neil Armstrong alunizó en julio y yo vine al mundo en octubre. Casi nos cruzamos en el camino, allá en el espacio sideral."
Y, sin embargo, de repente me ha asaltado la duda. ¿Es cierto que el hombre ha plantado su nave en suelo lunar y que ha puesto, por consiguiente, su pie de gigante en tan recóndito sitio, que ni siquiera figura en los mapas? Pero un hombre que pesa 75 kilos en la Tierra, allá en lo alto pesaría solo 12,5 kilos, porque si la gravedad terrestre es de 9,8 m/s, la gravedad lunar es tan solo de 1,7 m/s, es decir, seis veces menor.
Este dato pone las imágenes que asoman en las pantallas de los televisores, en las que vemos cómo se desarrolla el alunizaje, en tela de juicio. Obsérvese el movimiento de los astronautas, y díganme si parecen sometidos a la gravedad lunar o, más bien, a la terrestre. ¿Se han fijado en la arena que desplazan con sus pies? ¡Esta arena se mueve exactamente igual que la de una playa de Ibiza, sin ir más lejos!
No sé, no sé... Yo creo que aquí hay gato encerrado. Ya saben, eran tiempos de Guerra Fría y a los americanos les interesaba sacar pecho y plantar la banderita de su país donde fuera.
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