El árbol se cubre de un tejido de pájaros,
canturrea el agua fluyendo de las fuentes
y rompe el silencio cautivo en su laberinto.
Se balancean las margaritas a ritmo de jazz,
juegan con fuego las mariposas en la resolana.
El descampado se amplía cual una fotografía.
Justo antes que se abra el sendero de espinas
un perro dormita en el último punto del cuadro,
llenando los espacios desvanecidos del lugar.
Llega la imprescindible mirada desde el exterior,
como semillas germinan susurros secundarios
y se hacen omnipresentes fragancias secretas.
Lo que es un natural quehacer de todos los días,
asombra a un citadino como una historia de belleza
rompiendo las cadenas de asfalto y cemento.
Texto agregado el 03-02-2016, y leído por 132
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