HISTORIA DE UNA VIDA
Leoncio Martínez en forma voluntaria o involuntaria siempre procrastinaba y con ello le fue dando sentido a su vida. Demoró unas semanas en nacer, aplazó el momento de su vagido entreteniéndose en el placer de flotar entre el líquido amniótico unos días más. La consecuencia inmediata por la demora de emerger a la vida extrauterina fue la muerte de su madre. La pobre mujer, con alto grado de desnutrición debido a la extrema pobreza en que vivía falleció unas horas después del alumbramiento.
Durante su vida escolar Leoncio Martínez también procrastinaba, las tareas escolares siempre eran para él, motivo de una espera indefinida, encontraba otras cosas que hacer de mayor importancia y agrado, con las consecuencias lógicas. En su vida adulta ese fue el tenor, dejar para pasado mañana lo que debería hacer de inmediato. Era un soñador, pero aun en sus sueños procrastinaba. Finalmente a los cuarenta y seis años de edad casó con Adelaida Farías de solo veintidós años. Mujer tan bonita como piadosa. Seis meses después de la boda, nació su primer hijo. Leoncio postergó la ira que le brotaba de la desconfianza, prefirió procrastinar a investigar, se decidió por no imaginar en lugar de saber y terminó justificando el asunto, como buen procrastinador, le dio a su hijo “prematuro” el nombre de Expedito.
No tuvieron más descendencia, pues la vida sexual de la pareja también estuvo a expensas de la manía de procrastinar del cónyuge. La mujer, quien gustaba de la lectura, le decía en la intimidad con voz sensual que parecía surgir de su entrepierna húmeda y anhelante: “A lo que has de hacer no digas cras, pon la mano y haz” un refrán medieval que había leído en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas. Él contestaba con voz plena de parsimonia y matices orientales: “Mañana, el bolillo viejo endurecerá más”.
Unos años después un accidente puso a Leoncio Martínez al borde la muerte, como siempre, le dio largas a la atención médica, aferrado a lo que había leído a hurtadillas en un libro propiedad de su mujer titulado El Diccionario de los símbolos de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant en donde se decía: “El cuervo en su crascitar ha sido escuchado como esperanzador porque en latín cras cras cras significa: mañana mañana mañana”
Semanas después, la parca sorprendió a Leoncio Martínez en su indolente costumbre de procrastinar, obcecado en su decir: ”Para irse al más allá, bien puede esperarse un día más” En su última noche de vida Leoncio fiel a su costumbre de procrastinar, se negó a despertar soñando que una mujer extremadamente flaca lo mimaba con ternura. Así, nuestro personaje fue sepultado con tanta prisa que de seguro le hubiera molestado tanta celeridad para librarse de él. Su mujer quien estaba embarazada otra vez, en medio de la prisa por sepultar al marido, solo atinó a medio parafrasear como epitafio un poema de Ewa Lipska:
Él era así
en el momento de su muerte
tampoco despertó a los de casa.
Ni se levantó de la cama
y con los zapatos en la mano
se fue al otro mundo.
Incluso sus propios pies
se apartaron discretamente de su camino
pues él se obstinaba en demorar su destino.
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