No se como pudo suceder  aquello 
Que en la imensidad de aquel lejano puerto 
Nos encontraramos anclados en el mismo muelle. 
Desde el primer momento que la vi, quede prendido, 
Ella elegante, de líneas aerodinamicas, casi perfecta 
De doble camarote, torre de observación, triple vela, 
Yo un viejo catamaran comprado en Polynesia, 
Con solo un mástil y fuertes, amarillentas velas de lona. 
Mientras ella era pescadora por placer , como deporte, 
Buscando le emoción del pez espada que pelea. 
Mi principal interés eran  las mejores aguas, entre rocas 
En busca de ostras, camarones, langostas y todo aquello 
Que fuera codiciado y en el mercado bien pagado. 
 
Encontrándonos por el destino juntos en este puerto 
Entablamos conversación por su diversidad, entretenida. 
Ella contaba sus inocentes aventuras de cuando niña 
Soñaba ser raptada por feroces corsarios de Trípoli 
O de China, franceses, españoles, quizás ingleses 
Yo le decía de mis monótonos viajes que sin embargo 
Me habían llevado a los siete mares, a veces tropicales 
Y en ocasiones gélidos  cerca de circulos polares. 
 
A ella le hacian mucha gracias mis viejas historias 
Y a mi me encantaba oir sus inocentes escapaditas, 
Yo le hablaba del Mar de los Sargazos, de Ocenaía, 
Ella me decía del Mar del Plata  y del Mar de Cortez 
De Santa Barbara, la Isla Catalina y Acapulco. 
 
Empezamos a hacer viajecitos en aguas tranquilas, 
Me encantaba verla veloz partir las olas, maniobrar 
Sus blancas velas,  y batallar por una o dos horas 
Con tunas, albacore y ocasionles pequeños tiburones. 
Ella se interesaba en verme tirar mis redes matinales 
Y al atardecer recojer esperando llenas mallas. 
 
Mientras más viajábamos yo más me enamoraba, 
Y ella…ella con cierta indiferencia me aceptaba. 
Así pasamos felices por algún tiempo, digo 
“Felices” por que yo gozaba y ella, ella reía 
era una lancha buena y conmigo fue hasta tierna. 
 
Pero empezaron a soplar vientos extraños 
El agua se volvía picada por nuevas corrientes 
Sus intereses de pesca no eran como los míos 
Y paulatinamente nos fuimos separando 
Hasta que un día la vi perderse en el horizonte 
Sin siquiera un adios, un “Ahi nos vemos”, nada 
Yo levantaba mis banderines, mis colores 
Con esperanza de que talvez ella reconociera 
Que mis intenciones eran sinceras, que en lo profundo 
De mis camarotes, de mis bodegas pesqueras 
El batir de las olas hacían sordos y largos ecos. 
 
Yo aún no pierdo la esperanza que algún dia 
Pueda reconocer en la distancia sus blancas velas 
Solo me queda su rota imagen en la cabina del timón 
Colgada de la oxidada pared, una fotografía 
Que apaecio aquel día que pescara, el pez espada 
Mas grande de la temporada. Y todavía rebota 
Entre mis mástiles, redes y un par de ancoras 
La melodía que me ofreciera en la tarde de brisa 
En que silvaba, un suave céfiro entre sus 
Tres velas, sus cubiertas, camarotes dobles., 
Y es mi consuelo en esta agonía que ahora vivo 
Por su indiferencia cruel desde otros mares 
Otros puertos, grandes rios, talvez azules lagos. 
 
(Es posible que ya haya presentado este escrito mas varios de mis escritos fueron borrados por....¿Quien sabe?) 
 
 
  
 
 
 
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