Estuvimos encerrados algunos años en aquel oscuro y tétrico lugar. A pesar de ser nuestro espacio habitual, el estar cerrado, sin posibilidades de salir, la oscuridad, los olores y la angustia de los demás, lo fueron convirtiendo en algo aterrador. Cada movimiento de nuestros cuerpos junto a los compañeros, nos incomodaba. Sus pestilencias, las puntas afiladas de sus esqueletos, apenas cubiertos por pellejos y trapos viejos, eran como punzadas de lanzas en la oscuridad que iban y venían y en cualquier momento te tocaban. Decidimos movernos lo menos posible para evitar ese doloroso contacto y para que nuestros cuerpos dejaran de emanar ese pestilente olor a engrudo podrido que causa el encierro.
Con mucho cuidado para no molestar a los demás, llevé mi mano hacia el rostro, sentía una terrible picazón y la necesidad de rascarme. Cuando lo logré, tuve aquella espeluznante sensación de que me estaba despellejando, capas de mi rostro se podían sentir en mis romos dedos, me aterré, qué me estaba pasando?.
Es así, poco a poco, si nos nos sacan de aquí, vamos a desaparecer y cuando vengan a buscarnos seremos solo polvo, dijo la vieja que estaba junto a mi.
Es verdad pensé, tenemos que buscar la manera de salir de aquí. Mientras lo hacía, me quedé dormido y soñé con aquel día tan feliz en el que Marco llegó silbando la canción de Cumpleaños Feliz, traía trajes nuevos para todos, estaríamos muy elegantes el día de la fiesta de cumpleaños de Marquito. Nos vestimos y arreglamos, peinados nuevos, maquillaje, sombreros, plumas, guantes. A probar la música, el sonido perfecto.
Ya en la fiesta, mientras hacíamos reír a los niños con nuestras ocurrencias e historias, Marquito empezó a toser descontrolado, todos se levantaron, era un alboroto, los niños gritaban, las madres corrían. - ! Un vaso con agua!, gritó alguien….- ¡ayúdenlo!, gritaba la madre. No se pudo hacer nada, la bola de caramelo se había atorado en la garganta de Marquito asfixiándolo.
De pronto, algo hizo que me despertara de mi letargo, era la llave en el candado, si, ¡cómo olvidar ese maravilloso y tan deseado sonido!, poco a poco la tapa del cajón se fue levantando, un rayo de luz entró amenazador hacia nuestros ojos casi podridos y secos. Nos quedamos inmóviles, sin saber cómo reaccionar. Marco nos miraba. con ternura y nostalgia. La vieja fue la primera en salir, Marco le acarició los blancos cabellos de lana, revisó su ropa y la puso un lado, luego sacó al lobo, que por suerte había perdido los dientes, sino nos hubiese devorado a todos. Su piel estaba aplastada y sin brillo. Marco lo acarició y buscó los dientes en el cajón. Mi turno, yo sabía que era el preferido. Mi traje verde de cazador estaba descolorido, apolillado y había perdido la gracia. La escopeta debía estar caída entre los otros cuerpos. Creo que debajo de la niña de la caperuza. Marco me miró con angustia al ver que había perdido un ojo en el encierro - abandono. Metió la mano al cajón buscando a tientas y lo encontró. Me lo puso a presión y pude verlo mejor, estaba más viejo, su cabello ya pintaba canas, sus ojos no tenían el mismo brillo que años atrás, pero allí estaba su sonrisa escondida detrás de esa tristeza, la podía sentir, la quería ver otra vez. El me sonrió y yo volví a la vida. Todas las tristezas y el dolor del abandono se borraron, entendí que la vida empezaba otra vez. Lo miré fijamente para que me abrazara y me comprendió. Su pecho tibio me devolvió la ilusión y sus lágrimas que mojaban mi rostro despellejado iban sanando de a poco todos esos años de encierro. Tengo alma pensé……pero necesito de tu vida, tu voz y tus manos para cobrar la mía. |