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Su látigo no inmutaba más a las bestias, apenas si le miraban los viejos leones cuando les hacía sonar tal perrero decrepito cerca de sus erizadas melenas, el público bostezaba, cansado con ojos entrecerrados como quien no se asombra ni con el estrépito de un volcán en erupción, no era para menos, la vieja y sucia carpa, incapaz de detener por completo las tormentas de los últimos tiempos permitía espacios encharcados donde los niños preferían entretenerse saltando y salpicándose lodo antes que unirse al letargo anestésico de la función infame de este circo post apocalíptico el cual presentaba funsiones todos los días en diferentes horarios, eran tiempos raros, los perros ya no se olían las colas, el mundo estaba con la cabeza para abajo, las cigüeñas preferían feriar sus encomiendas antes que terminar con el trabajo, el licor ya no embriagaba, los ciruelos salían de los refris y los arboles eran un extraño recuerdo de unos pocos abuelos quienes tenían aun la osadía de comunicarse cara a cara, el único que de veras encendía con furor en cada función era el viejo mago de los dardos y la capucha a cuadros, sobre él se tejían muchas historias, se decía incluso que esa vieja capucha a cuadros se la había ganado jugando a los dados con el demonio, después de lo cual le había cambiado su alma por el ultimo sorbo de vodka de una botella, que dicen arde aun y eternamente en su interior, su acto era impredecible, nunca se sabía lo que podría suceder, los niños solían mirarse llenos de terror e intriga cuando sonaban las notas que anunciaban su entrada, tras lo que salían despavoridos de la vieja carpa del circo, se escuchaban algunas toces celosas de espectadores que cabeceaban cercanos al sueño cuando comenzaba su función el humo invadía todo el lugar, nunca se sabía lo que te iba a tocar si tenías la suerte o la desgracia de ser alcanzado por alguno de sus venenosos dardos, incluso hay relatos genuinos de personas que dicen haber tenido regresiones a espacios/tiempos diferentes, en los que el agua se podía beber directamente de los ríos, y se podía conversar con los animales bajo el sol de una tarde de verano, pero esto era solo un sueño, un sonido, o un color más en el imaginarios de aquellos condenados, cavilantes quienes ya no discutían, ya no festejaban, ya no podían morir, y mucho menos sentir, solo hacían la parodia complaciente a aquello que habían construido, el mago no era un personaje, era solo una excusa, un sabor quizá en el paladar, a sexo, a carne podrida, porque nada tenía sentido, no había escapatoria ni final por que no se puede escapar de algo que seguimos construyendo día tras día….. |
Texto agregado el 31-01-2016, y leído por 124 visitantes. (1 voto)
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