La pecera está vacía. Llena de mugre y burbujas negras que deambulan por la intimidad de cada pez. Burbujas que provocan indiferencia. Orgullo. Desidia.

Cada burbuja es diferente a otra. Cada nace por un conflicto distinto. Y que al reventar,dejan expuestos los lazos. Dejan expuestos al amor.

No puedo soportar dichas cosas. Antes me sumergía en ella; nadaba cómodo,danzaba en el engaño. Ahora es extremadamente distinto.
Algo completamente distinto.

Al retornar de mi enfermiza rutina. La cuál es mal vista y criticada por terceros. Logro darme cuenta que siempre vuelvo a la pecera. Ya sea resaca o arrepentimiento,o cuan mugrienta esté mi alma o esta misma,
siempre retorno al mísero lugar que todo tengo y nada me da.

Un desganado chapuzón que culmina en tristeza. Tú estás ahí indiferente. En nuestra cama,deseosa por entregar falso amor.

Al mirarlo a los ojos me di cuenta. Al golpearlo noté su cobardía. Y al asesinarlo me di cuenta que te amaba.
¿Tengo que ser un cobarde para amarte?
¿Reventar cada burbuja que terminó malgastando nuestro amor?