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Avocado a leer los diarios en la mañana del hoy, me entero de que una periodista bloquea en twitter (es re constructor de idiomas) a quienes le envían “malas palabras”.
Me quedó dando vuelta eso de “malas palabras”. ¿Cuándo las palabras son malas”?
“Malas” es un adjetivo derivado de Mal: o sea, aquello que resulta lo contrario al bien, lo que se aparta de lo lícito y honesto, según la RAE.
¿Pueden las palabras ser lo contrario al bien? ¿lo que se aparta de lo lícito y honesto? El bien, lo lícito, lo honesto son categorías morales y por ende, variables en el espacio y en el tiempo. Lo que aquí es, acullá no; lo hoy es, mañana puede dejar de serlo.
Siendo esto así, las “malas palabras” solo serían “malas” en un aquí y ahora, determinado, pudiendo no serlo en otro aquí y ahora o un allá y mañana. Es decir, no habría una universalización de palabras “malas”, como si hay, por ejemplo, una universalización de la maldad intrínseca en el incesto, por poner un ejemplo.
Por lo tanto, estimo que lo correcto sería hablar de “palabras no aceptadas socialmente” cuando intentamos referirnos a aquellas unidades lingüísticas dotadas de significado separadas de otras por pausas potenciales en la pronunciación y blancos en la escritura (esto también lo tomé de la RAE).
No es que pretenda erigirme en un purista de la lengua, pero me parece que debiéramos todos, o por lo menos aquellos que pretenden saber usar el idioma, esmerarnos en calificar las cosas como verdaderamente son, porque, de hecho y hasta el día de la fecha ninguna palabra me ha abofeteado, ni robado, ni agredido, y si lo han hecho o pretendido hacer, quienes han hecho uso de determinadas palabras, esas inocentes unidades lingüísticas que más de una vez aporreamos innecesariamente. |