Cuenta la leyenda que si tomas un muñeco, reemplazas su contenido con arroz, le coses con cinta escarlata, será el lugar perfecto para que residan los espíritus…
Ahora… existe un juego como las escondidillas, en donde escondes el muñeco en tu cuarto de baño, corres a tu alcoba y cuentas hasta diez, tras lo que regresas a tu baño, tomas al muñeco y le apuñalas, diciéndole: “te encontré, ahora es tu turno”… y dice la leyenda que después de esto deberás correr a esconderte, porque sea lo que sea que estuviese morando en aquel muñeco, abra quedado en libertad, y vendrá a por ti para devolverte el favor.
Y, o es que en algún momento hubiese estado escaso de razón, o llevado por el júbilo del ocio insensato, pero es casi un azar o triquiñuela del, por así decirlo “destino”, el que pueda estar ahora aquí redactando estas letras.
Corría el verano de 1992, cuando yo, el amor de mi vida Juana, y dos amigos más decidimos jugar esta cripypasta, ignorando por completo lo duro que puede ser a veces jugar con esas cosas del lado desconocido de nuestra conciencia, y llevados por la irreverencia, la osadía de no creer en nada, la pasión por lo desconocido o simplemente el ocio y el hastío, nos hicimos de un muñeco viejo que le habían regalado a Juana para un cumpleaños en su temprana niñez.
Le cogimos y cual carniceros destajamos su abdomen a cuchilladas para extraer su tripitorio, en una escena tan desalmada y sádica que Juana prefirió no presenciarla. Después de esto y contando con la casa finca de uno de mis amigos para nosotros solos por todo el fin de semana, y teniendo lo necesario para nuestro audaz acto de irreverencia y desafío al mundo detrás de lo normal y corriente, llenamos cuidadosamente su vientre con un poco de arroz, metimos cada uno una pertenecía preciada en el interior del muñeco y fue Juana la encargada de sellarle cosiéndole con la cinta escarlata.
En el cuarto de baño preparamos la tina llena hasta más arriba de la mitad con agua a la cual agregamos media tasa con sal como reza la crypy, y sumergimos al muñeco, tras de lo que salieron todos como locos a esconderse, yo espere un instante más y camine despacio hasta el pasillo de un lado del cuarto de baño, puse mi cara contra la pared y conté en vos alta hasta diez, tras lo que corrí altamente exaltado casi eufórico como erizado, hacia el cuarto de baño, con un afán inminente y un pequeño asomo de quizá temor, quizá entusiasmo a lo desconocido, y sintiendo sin adivinar porque, como la adrenalina inundaba mi torrente sanguíneo y mi corazón latía con cada paso más fuerte y hondamente como si me acercase yo de veras a un encuentro decisivo o de esos que puede cambiar tu vida para siempre, tome el cuchillo del lado de la tina, sumergí ambas manos en el agua con sal para salvar al muñeco, pensé de pronto que podría haberse ahogado pues yacía en el fondo de la tina que semejaba un pedazo de mar por su agua salina, lo tome firmemente, le saque a la superficie, mire como escurría el agua salada por todo su cuerpecillo de tela y arroz y le apuñale brutalmente en el pecho rompiendo la cinta escarlata y observando como volvía a quedar vacío al perder el puñado de arroz que cuidadosamente aviamos puesto en su interior, recuerdo que algunas de esas enfurecidas puñaladas lograron atravesarle, por lo que no solo perdía arroz por el gran agujero en su pecho y vientre, sino que por los pequeños agujeros a su espalda también; le tire en el piso del baño de lado de la tina y le dije: “te encontré pequeño asqueroso…” “ahora es tu turno…” le di la espalda y salí corriendo de allí, en busca de un buen lugar para esconderme, en medio de un poco de escepticismo, y sintiendo como el entusiasmo que me invadía hace un rato se desvanecía paulatinamente, hasta sentirme un tanto hasta ridículo, tal vez por las palabras que había dirigido a un muñeco empapado en agua salada y relleno de arroz, o tal vez por no sé, por pensar en el tiempo invertido en tal patraña viciada por el ocio…
Entre entonces en la cocina y me escondí en el hueco, pequeño espacio que quedaba entre la lavadora y la pared y espere un momento…. En este periodo de tiempo en el que organice mejor mis ideas y retome consciencia de lo que estaba haciendo, recuerdo haber sido invadido por la risa y nuevamente el sentido de juego que nos impulsara una ves a llevar a cabo este acto desjuiciado y de inmadurez, me llevo a preguntarme en donde estaban escondidos mis compañeros de travesura….. Después de pasados unos largos minutos, recobre un poco la compostura, deje de lado el sentido de juego, un vago pensamiento de que no había pasado nada, de que no había funcionado este experimento con lo desconocido y de seriedad retorno en mí y decidí moverme de mi escondite para encontrar a mis compañeros de fin de semana…
Pasaban ya las 6 de la tarde y comenzaba a oscurecerse, me levante y salí de la cocina casi olvidado de todo como si nada hubiera pasado, en busca de Juana y mis dos amigos, camine por el pasillo llegue a las dos piezas ubicadas de lado y lado del pasillo, entre en una y dije en vos tenue, como quien no quiere despertar un bebe que descansa durmiendo “Juana” y en ese momento me sentí tan solo, casi como abandonado en el mundo… intente encender la luz pero note que no había flujo de energía, lo cual no me sorprendió, es solo que pensé que esta era una casa finca moderna y con todas las comodidades… pero bueno sin prestarle mayor atención, entre en la otra habitación y levantando la vos exclame Juana… sin obtener respuesta alguna… entonces comencé a ser presa del desasosiego y el temor y un sentimiento de soledad absoluta y abandono comenzó a apoderarse de mí. Entre en las otras dos habitaciones sin obtener respuesta alguna de nadie… tras lo que entre en un estado cercano al shock y desesperado entre en el cuarto de baño… para mirar en el piso donde había dejado al muñeco, para mi sorpresa, aquel monstruo, aquella víctima de mis puñaladas desquiciadas, no yacía en el piso del baño tal y como yo le había dejado, además el cuchillo tampoco se encontraba visible por allí….
Mi primera reacción fue salir corriendo, dos pasos fuera del baño a mitad del largo pasillo comencé a tratar de calmarme, pensando que todo era producto de una jugarreta de mis anfitriones en complicidad con mi princesa Juana… Y aminore el paso, la obscuridad invadía ya todo en la casa finca y eran las sombras y las figuras que los contrastes arrastrados por mi temor y mi angustia me acompañaban en tono de burla, en mi desesperada búsqueda de aquellos pillines que trataban de desquiciarme para hacer el fin de semana.
Siendo presa del temor llevado al extremo, salí corriendo de la casa finca, y casi como un loco, obviamente tratando de no demostrarlo mucho y guardando compostura, comencé a llamarles con una voz que cada vez sonaba más desesperada y angustiosa, como la de una víctima quien implora de auxilio a su despiadado victimario, Juana… Mauricio… sin obtener respuesta alguna y sintiéndome después de cada exclamación de piedad de quizá algún dios o un salvador, mas abandonado y solo en aquel remoto y desolado paisaje…
Recuerdo que pase la noche solo deambulando por el bosque tratando de encontrarme cara a cara quizá con lo que había ido a buscar allá en la penumbra, quizá en busca de Juana y mis compañeros, o quizá solo en busca de eso que siempre me ha apasionado y movido a hacer cuantas tonterías he cometido en la vida, el sentirme solo inmerso en una realidad sin límites ni paradojas sociales, sin candados o serraduras al diverso numero de posibilidades que encierra el estar conscientes de la inmensidad e infinidad del lugar en donde habitamos, presa de las sombras y el olvido social como una conciencia inexistente e ilimitada sin raciocinio ni prejuicio alguno de lo que nos rodea, como una corriente eterna de energía infinita desbordándose por mis temores liberando mi cuerpo a correr desenfrenado libre de ataduras, para terminar con la entrega y el olvido del individuo, como la aceptación de la muerte inherente y siempre ligada cerca muy cercana a la vida misma. |