Cuatro años después ella de 27años, establecida en una casa lejos de todos aquellos malos recuerdos. Trabajando en un hospital solo de 9:00 a.m. a 8:00 p.m. y pasando los fines de semana con su hija Silvia de 4 años.
Una mañana muy soleada llegó un hombre en estado crítico al hospital.
-¿quién es el paciente que está en la sala?
-es un hombre de aproximadamente 45 años.
-yo lo atiendo. – dijo Natalia.
-ya lo operaron. Pero perdió la vista de un ojo con el golpe que recibió.
-déjemelo a mí.
Entró a la sala y lo vio. Se quedó unos segundos en la puerta y salió. Un doctor le preguntó si ella se encontraba bien, ya que estaba llorando. Natalia dijo que se encontraba muy bien. De nuevo entró al cuarto, Gerardo estaba con los ojos vendados y hacía una semana que había tenido el accidente. Era imposible que anduviera solo en la calle, había perdido la vista de un ojo.
Después de un día de dormir por fin despertó. Natalia lo tomaba de la mano y de inmediato el sintió que ya conocía esas dulces manos.
-¿quién eres? – pregunta el hombre herido.
-soy Natalia
-¿qué haces aquí?
-aquí trabajo. – dijo ella.
-¿qué me pasó?
-tuviste un accidente y perdiste la vista del ojo derecho.
-¿que? No eso no puede ser – dijo él llorando.
Un mes después lo dieron de alta. Sin poder trabajar como taxista Natalia se lo llevó a su casa. Fueron solo tres días los que estuvo en casa de Natalia, conoció a su hija.
-¿tú quién eres? – le pregunta Silvia a Gerardo
-yo me llamo Gerardo.
-¿y tú?
-me llamo Silvia. Mi mamá dice que mi papá se llama Gerardo como tú. ¿Tú eres mi papá?
-si. Pero eso es un secreto.
-está bien. – dijo Silvia.
Pasados los tres días, Gerardo tomó sus cosas y se fue pero sin antes darle a Silvia un collar con su nombre.
Continuara…
Texto agregado el 26-01-2016, y leído por 105
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