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Pánico.
Nunca creerán lo que sucedió aquella noche, la más larga de mi vida.
Era una hermosa noche de primavera y no fui a acostarme hasta pasada la media noche.
Los niños estaban dormidos y Raquel mi señora, estaba terminando de ordenar la mesa del comedor, nuestros amigos ya se habían ido a sus casas.
Habíamos pasado una hermosa velada jugando a las cartas a la antigua, sin computadoras ni nada electrónico, simplemente había sido una cena entre amigos y una sobremesa charlando de cosas sin importancia pero que nos involucraba a todos, como amigos que éramos.
Alrededor de las doce y media subí a mi cuarto y allí sucedió algo que no pude explicarme pero que me dejó perplejo y lleno de ira.
Mi cama ya estaba ocupada, un hombre mayor estaba en mi lugar.
Corrí a la cocina para hablar con Raquel que aún no había subido y al verla no pude menos que echarme hacia atrás con un grito aterrador, mi mujer no era mi mujer, era una señora mayor a la que nunca había visto, aunque se parecía un poco a ella.
Ni siquiera me vio y esto me desconcertó, ¿Cómo era posible que yo pudiera verlos y ellos a mí, no.
Estaba a punto de enloquecer cuando sentí un ruido en la escalera, era el hombre que dormía en mi cama que bajaba a la cocina y al llegar cerca de la mujer, esta le dijo que subiera que, no tomara frío porque a la edad de ellos era muy peligroso un resfrío.
¿Acaso se pueden imaginar el horror que sentí al ver de cerca al hombre y comprobar que era yo mismo, con treinta años más?
¡Qué locura!, pensé. Esto no está sucediendo, estoy dormido pero por más que lo in- tentaba, no me despertaba.
Comencé a caminar por la casa, recorrí cada rincón de ella hasta que salí al patio, allí todo era distinto, los árboles que planté con mis hijos, estaban más altos que la casa y llenos de frutas, miré detenidamente el exterior de la casa y casi no la reconozco, estaba pintada y las ventanas eran nuevas, seguí caminando y me encontré en el garaje, un auto que jamás había visto estaba en él y parecía algo sacado de una película de ficción.
Volví a entrar y me encontré con un tercer piso que no había visto, en él había otro dormitorio y una gran sala con biblioteca y billar.
A pesar de todo, de no entender nada de lo que veía, me fui calmando, era como si el tiempo hubiera transcurrido para nosotros y la vida hubiera seguido su curso sin que me enterara.
Traté de calmarme, eso no estaba ocurriendo pero tenía que averiguar cómo volver a la realidad. Me sentía mareado, descompuesto, me sentía muy mal.
De pronto mi hijo Franco, bajó las escaleras y me pidió un vaso con agua, pensé que todo había vuelto a la normalidad pero al ir a la cocina, Raquel no era Raquel, o más bien, era una mujer vieja. Me asustó el que Franco pudiera verla y le di el vaso con agua y lo llevé a la cama.
La cama de Franco estaba en el mismo lugar de siempre pero Karina la hija de mi mujer no se encontraba en el dormitorio, era como si el lado de Franco fuera el de siempre y el de Karina hubiera desaparecido.
Acosté a mi hijo con la esperanza de que al día siguiente todo volviera a ser como antes, no quería envejecer treinta años si haberlos vivido.
Además, qué pasaría con nosotros?, era todo tan confuso.
La hora perecía no pasar, siempre era la misma, por lo menos para mí.
Me senté a esperar, alguna solución tendría todo lo que pasaba.
Me dormí sentado en el sillón hasta que al día siguiente sentí a Raquel que me hablaba y me decía que era hora de levantarnos y que si no nos apurábamos llegarían tarde a la escuela, Franco y Karina.
Le pregunté qué día era y me contestó que era lunes.
Me levanté, me bañé y me vestí, luego baje a desayunar, allí estaban mis hijos esperándome, pero algo no era igual, Karina había crecido desde la noche anterior aunque ella ni se daba cuenta, por el contrario, Franco seguía siendo el mismo.
Me miré al espejo y me vi igual que siempre pero al mirar detenidamente a Raquel, la noté cambiada, parecía estar muy bien pero tenía un par de años más que la noche anterior.
Mi preocupación fue en aumento al ver una carta que había llegado a mi nombre y estaba fechada dos años después de lo que para mí había sido el día anterior.
Volví a mirarme en el espejo y me vi igual, Dios mío! Que temor sentí entonces.
Me estaba volviendo loco, no podía ser de otra manera.
Llevé a Franco al colegio pero a Karina la acompañó Raquel.
Antes los llevábamos los dos, ¡Cómo había cambiado todo en un día!
Fui a mi empresa y allí las cosas parecían ser normales, todo estaba en su lugar, me alegré mucho pensando que al volver a casa se me había ido la locura y que todo volvería a ser como antes, en el tiempo justo, ni antes ni después.
Me enteré de que a Karina le estaba yendo muy bien en el liceo, pero jamás podría estar en el liceo si ayer estaba en sexto año escolar!
¡Qué locura! Pensé.
Entonces decidí ver al médico, era amigo de la familia o mejor dicho de la familia de Raquel pero le tenía mucha confianza.
No le conté nada a Raquel, no quería alarmarla.
Fui al consultorio del médico quien me recibió muy amable y luego de haberle contado todo tal cual yo lo veía, me dijo que me iba a dar pase a un médico especial, a un psiquiatra, pues creía que lo mío era por mucho stress en el trabajo.
No me quedaba otra solución que ver al bendito psiquiatra y ese mismo día lo vi.
Nunca lo había visto pero era amigo de Homero, mi médico.
Me recibió con una sonrisa que de verdad no me gustó, me sentí atrapado desde el primer momento, me hizo hablar de todo, de mi vida y la de mi familia y hasta de la empresa, que hacía algunos años había creado con un amigo y socio ahora.
Le dije que no tenía problemas económicos, por el contrario, la empresa iba de maravilla y que con mi mujer nos llevábamos muy bien, lo mismo que con los niños, a pesar de que Karina no era mi hija, la quería como si lo fuera.
El psiquiatra me dijo que tendría que ir varias consultas más para poder evaluarme y le contesté que no había problema pero que quería saber, en modo de adelanto qué me estaba pasando.
Él me contestó que la psiquiatría no es una ciencia exacta y que por eso no me diagnostica el mal pero que tomara unas pastillas que me recetó y que en un par de días volviera a verlo.
Volví a mi casa pero esta vez la veía igual que antes, todo estaba igual, hasta Raquel y los chicos.
Me tranquilicé, quizá todo volvería a ser como era antes, por lo menos en mi mente.
Pero a los dos días, después de ver al psiquiatra, no me fui tan tranquilo de la consulta, lo vi preocupado aunque no me dijo nada.
Esa noche volvió a ocurrir, otra vez vi a Raquel siendo más vieja y al hombre que supuestamente era yo, todo igual como lo viera aquella noche y me sentí morir.
Al día siguiente volví al consultorio y me llevé una sorpresa, Raquel y Karina estaban allí, al verlas les pregunté qué era lo que hacían allí y me respondieron un tanto extrañadas que habíamos quedado en encontrarnos allí.
Le respondí que jamás le había comentado sobre mis consultas al psiquiatra pero ellas me dijeron que me encontraba muy pálido y que perdía la memoria muy seguido.
Me enojé tanto que el médico tuvo que darme una inyección para calmarme y al despertarme, luego de sufrir un desmayo, me encontraba en el sanatorio, atado a la camilla.
Estaba solo, mi familia no estaba allí, sólo un enfermero que me preguntaba cómo me sentía.
Le dije que mal y que me desatara a lo cual respondió que sólo el médico podía hacerlo.
De ahí en más, todo fue oscuridad en mi vida, me internaron en un sanatorio para enfermos mentales y pasé cuatro años allí.
Un día como tantos otros, me levanté a pesar de que casi siempre me daban pastillas para que no peleara pues supuestamente eso es lo que hago, tratar de escapar e irme a mi casa, que decidí volver a pensar por mí mismo y fue en ese momento que lo decidí, no volvería a tomar pastillas, estaba seguro de que yo no estaba loco.
Fingí tomarlas y las fui escondiendo a medida que me las daban y con los días me sentí más fuerte, comía más y hacía ejercicio sin que me vieran hasta que un día, entré al baño y me saqué la ropa con la que andan los enfermos, casi siempre una túnica blanca prendida atrás, me puse la ropa de uno de los enfermeros y salí por la puerta sin que nadie se diera cuenta, era día de visitas pero como a mí nadie me visitaba, nadie se enteró.
No tenía dinero ni sabía dónde me encontraba así fue que pregunté a la gente que pasaba y un señor muy mayor me dijo que me llevaba a donde quisiera ir.
Fui directamente a la empresa donde todos me miraron como si hubieran visto un fantasma, nadie hablaba, el silencio era total.
Me dirigí a mi oficina pero ésta estaba ocupada y vaya sorpresa que tuve, allí estaba sentada en mi lugar, ni más ni menos que Raquel que al verme no lo podía creer, también noté una fotografía de ella con los niños pero en la que se encontraba mi socio, en el medio de ella y Karina.
A pesar de todo, comencé a darme cuenta de lo que había ocurrido por eso me di media vuelta y me fui.
Llegué a mi casa e inmediatamente llegó Raquel en mi coche.
Trató de impedirme que me quedara pero yo, ya estaba jugado, esta vez no estaba drogado como lo estuve tanto tiempo.
La dejé entrar, pero fui precavido, tomé una grabadora y sin que se diera cuenta, grabé toda la conversación que mantuvimos.
Comencé a sospechar que todo era una farsa el día que encontré a mi mujer en la consulta del psiquiatra, peo ellos fueron más inteligentes que yo y ese mismo día me internaron en aquél lugar deprimente donde lo pasé terrible y sin esperanza de volver a salir de allí.
Raquel se dio cuenta de lo que pasaba y sin más rodeos me dijo que volviera al hospital que era donde debería estar y que no me entrometiera en su vida, que mi socio vivía con ella y los chicos y que si no lo hacía terminaría muerto y enterrado o mejor aún, enterrado y muerto.
Me lo dijo con tal crueldad que me hizo pensar que ella era la que estaba loca.
Me contó que era cierto, que todo había comenzado aquella terrible noche, cuando se retiraron nuestros amigos, mi socio entró con unos disfraces con los cuales pretendían hacerme creer que me estaba volviendo loco, que ellos hacía muchos años que eran amantes y que Franco era hijo de él por eso trataron, para no matarme, de volverme loco, la escuchaba y no lo podía creer, a veces soy demasiado ingenuo pero no tenía idea de lo mala que puede ser la gente, por dinero, mi socio era ahora el dueño de la empresa y mi mujer también, así es que yo estaba de más para ellos. El dinero y la falta de amor hacia mí, los convirtió en criminales. Ahora me doy cuenta de que me tenían drogado y por eso mis alucinaciones.
A la media hora entra mi ex socio con la policía pero lo que nunca imaginó era que la grabación de todo lo dicho por Raquel estaba en mis manos y que lo primero que hice fue entregársela al oficial sin que me viera nadie.
El hombre se dio cuenta y la guardó, al llegar a la comisaría se la entregó a su jefe y de ahí en más, recuperé mi libertad, mi casa pero nunca voy a recuperarme de la amargura que tuve al enterarme de que mi hijo Franco, no era en realidad mi hijo.
Raquel y mi ex socio pasaron a la cárcel mientras que yo me hice cargo de Franco, a pesar de que no es mi hijo, lo crié desde que nació y sé que me quiere como si fuera su padre. También me enteré de que todo el plan para enloquecerme había sido del psiquiatra y que lo había hecho sin escrúpulos por algunos pesos y para pagarle un favor a mi socio.
En estos momentos voy a buscarlo al colegio, a Franco y a contarle toda la verdad, va a ser un golpe muy duro para él pero es chico y con los años volveremos a ser lo que nunca debimos dejar de ser, padre e hijo. Karina decidió vivir con su verdadero padre. Omenia.
3/6/2015


Texto agregado el 25-01-2016, y leído por 377 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
26-01-2016 Cuanto se puede hacer por dinero. Entiendo el pánico de ese hombre al verse viejo y no saber a que atenerse.La grabación fue una idea perfecta y pienso que Franco si es su hijo... Has vuelto tan excelente como siempre o has sido. El cuento es perfecto. Te dejo un abrazo con todo mi cariño***** Victoria 6236013
25-01-2016 Haz progresado mucho. Por la fecha veo que es antiguo. Ahora escribes mucho mejor. Mis 5× Eso le pasó por creer en fantasmas... grilo
25-01-2016 Muy buena narración de situaciones que suelen suceder. La leí y luego fui la cocina a buscar un café; ahora con el café en la mano mientras de nuevo leo tus letras, me doy cuenta que a mi mujer, que estaba preparando la cena, la encontré con algunos años más que cuando llegue de la oficina... Vicherrera
25-01-2016 Ah, por cierto. El título, como que nada que ver.. Yar
25-01-2016 Un texto que parecen tres: el primero jugando con el tiempo, me pareció fantástico. El segundo con la locura, un tema recurrente y el tercero la acción planificada contra el protagonista. Me imagine un texto sólo con la temática inicial... No modo. Cinco aullidos Yar
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