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Inicio / Cuenteros Locales / alcestes / A Oswald Spengler (2da Parte)

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(viene de O.S. 1era Parte)
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El ascenso de la cultura occidental se produce al desaparecer las culturas del “lenguaje y la empresa” y que de ellas solo quedan rezagos y ruinas, para formarse ciudades y sociedades, floreciendo la cultura por el lujo y el esplendor que esta le otorga, dándole al arte (la cultura artificial) una riqueza espiritual como técnica. De todas las culturas como la china, india, antigua, árabe, mexicana Spengler le da a la faústica europea occidental un carácter “poderoso y apasionado” por su lucha trágica entre el hombre y la naturaleza que lo motiva a someterse a sus pensamiento, con su vida creada por artificios sobre “la sangre y convertida en un servicio y elevar el destino de la libre personalidad al rango de sentido del mundo”. Desde ese instante el hombre pone sus manos sobre el tiempo y el espacio y desea hacerlos suyos, no busca ya vivir de la naturaleza sino conquistarla, agotado de arrebatarle sus tesoros, “ de vencer sus resistencias por medio de la navegación, las carreteras, los puentes, los túneles y diques”, sólo desea que se sometan a su yugo.


Ese fue el sueño que el pensador alemán le dio a los que desearon crear un mundo donde se dirija el destino con el dedo de la humanidad, ya sin descifrar los secretos del universo, obviándolos para formar su propia cultura. La técnica surge para darle al hombre la salvación e independencia que siempre ha anhelado, siendo como una religión que no cree en santos y que lo ilumina y le da la protección que antes la buscaba en el Espíritu Santo. Aunque la técnica, para Spengler no posee ningún misticismo para el hombre -ya que él inventor basa sus esfuerzos en su propio tema de vida- esta demuestra la personalidad del hombre fuerte que expresa en sus actos su victoria y la masa sólo observará a los directores e inventores
reinventar con la máquina una nueva supremacía.

La tragedia está a la vista para Spengler, la voluntad del hombre se quebranta ante la máquina que se revela, es ahora ella la que dictamina nuestro camino a seguir. El poderío de las naciones a inicios del siglo XX se basaba en las riquezas que le proporcionaba sus industrias y que el hombre-masa “disciplinadamente” trabajaba por ellas y para ellas.

Spengler rescata de esa vorágine técnica a la labor directora que posee occidente la condición de aquellos hombres que aún poseen un sentimiento del tiempo, que terminará desapareciendo por la mecanización que crea “un mundo artificial que envenena un mundo natural”. La salvación, nos dice el autor, estará en el hastío ante semejante panorama, una vuelta al hombre artesano, que ve en este destino tecnificado una problemática perturbación. La continuación del domino de la técnica estará ya lejos de las manos del hombre faústico que tanto admiró Spengler, para ser utilizada por otras culturas que carecen de la espiritualidad profunda que motivo a los hombres a comprender el mundo por la fuerza. Es así que lo pueblos “blancos” cometieron un error al ofrecer sus secretos técnicos a las otras culturas que sin muchas pretensiones se aprovechan de éstas para finalmente vengarse de los señores que alguna vez explotaron su mundo.

Para Spengler ése será el destino de su cultura, en donde un majestuoso florecimiento se marchita producto de la vejez de una maduración que al cuestionar lo logrado perdió su juventud. La sentencia para él estaba dada: “El destino del mundo está en curso y tiene que cumplirse” ,“el optimismo es cobardía”, el hombre faustico será olvidado con sus ferrocarriles y sus barcos a vapor como lo hicieron anteriormente las murallas de China o las vías romanas. La cultura occidental se desploma lentamente para dejar paso a otras, el nacimiento de esta cultura estaba marcado irremediablemente con un dramático final. Spengler pedía para ella un orgullo, que “no hay prudentes retornos, no hay cautelosas renuncias” dejar que su vida acabe ya que todo lo ha perdido, porque lo han despojado de su puesto, sucumbiendo con grandeza “... como aquél soldado romano cuyo esqueleto fue encontrado delante de una puerta en Pompeya, y que murió porque al estallar la erupción del Vesubio olvidáronse de licenciarlo. Eso es grandeza; eso es tener raza. Ese honroso final es lo único que no se le puede quitar al hombre”.



Texto agregado el 10-09-2004, y leído por 676 visitantes. (1 voto)


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