Cuando murió, ella seguía necesitando que él ocupara todo su tiempo, y decidió cambiar arena por ceniza.
Si había alguna forma de perder el tiempo, ella lo hacía. Porque mientras ella le echaba de menos, él recorría a cada minuto la estructura vidriosa de la mujer perfecta, deslizándose segundo a segundo por el precipicio de su cintura hasta tocar fondo y volver a empezar.
Texto agregado el 22-01-2016, y leído por 193
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