De repente, todo se convirtió
en el desierto del aburrimiento
en el caos sin fin de ver
a los transeúntes sin mente
en la victoria de la bobera,
en el sin fin de la indiferencia
en el ensordecedor sermón
de los que hablan sin saber

Sin sitio alguno donde esconder la cabeza
me di cuenta al fin que no me debía esconder
y en el auge de la estupidez
se infecto también mi mente
y al atardecer me aleje de las calles
y de los muertos que respiran
sin saber dónde ir

Siguieron mi camino
una bandada de cuervos derrotados
Un cardumen de sentimientos
ya podridos y alojados
en los más hondo del pecho
en el rincón más oscuro
una guerra de antaño
que siempre he de perder

Desde muy lejos contemplaba
como los dioses se burlaban
de su creación tan absurda
riendo desde el infinito
ante la miseria y el sufrimiento
de su trabajo tan precario
de su invento el ser humano
que a mí me daño el corazón

y una noche entre otras noches
acobijado por arbustos
me ahorque con mis propias manos
y mi cadáver mal oliente
perfumo todo el paraje
y de el por la mañana
bajo un sol indiferente
convertido ya en nada
o en tan solo una carcasa
débilmente, creció una flor