Relatar los acontecimientos que dieron paso a mi muerte no es más que contar una historia llena de odio y sangre en medio de guerras que acabaron con la vida de inocentes, y otros -como yo- que fallecieron en medio del cumplimiento del deber mientras protegían a la nación en la que crecieron y que tanto aman.
Narrar toda la historia desde el nacimiento no sería más que alargar todo, cuando no soy más que un humilde servidor de mi nación, quien a una temprana edad consiguió ingresar al Ejército de Kwantung, grupo perteneciente al Ejército Imperial, siendo de los más prestigiosos si me permiten presumir. Recuerdo que el general Jirō Minami había asumido el mando del ejército hace unos cuantos días…
(...) Las ramas más poderosas del Ejército Kwantung administraban todos los aspectos de la política y del desarrollo económico, por lo que el comandante del Ejército Kwantung, era lo más similar a un Comisionado Residente general, lo que le otorgaba la autoridad de aprobar o revocar cualquier mandado del emperador nacional de Manchukuo.
Por la época y al encontrarnos sumidos en los conflictos con China, en numerosos golpes de Estado y fallidos intentos contra el gobierno civil, fue sencillo que un joven cayera finalmente en el cautivador aroma y particular sabor que tenía el alcohol.
(...)
Nos encontrábamos en un punto en el que luego de las guerrillas, las personas sobrevivientes de cada División se reunían a beber sake, todos rodeados y atendidos por hermosas y delicadas mujeres. Algunos preferían olvidar lo vivido con placeres carnales, dejándose atender por los servicios de mujeres hermosas y expertas en el arte de la seducción. Otros, como yo, preferíamos el licor y la sensación que este producía al bajar quemando nuestras gargantas, lo que finalmente nos hacía olvidar los rostros de personas que imploraban por sus vidas, o las imágenes de niños pequeños a los que se les despojó de un hogar o incluso de sus propias vidas.
Así fue como el alcohol se volvió mi mejor amigo, mi principal aliado y en lo único en lo que podía confiar para que los gritos, muertos y sangre en mis manos no sean más que sombras en medio de las pesadillas de un muchacho que poseía más alcohol que sangre corriendo por sus venas. Para quien que en sus momentos de sobriedad solo seguía órdenes como fiel soldado que era, hasta caer nuevamente en el seductor consuelo que le traía el sake, el syou-chû e incluso el ama-zake, un licor más dulce para evitar sentir el amargo gusto que sentía luego de alguna lucha. Permaneciendo en un estado de ebriedad por la mayor parte del tiempo, en especial por las noches cuando las imágenes recurrentes de personas ya fallecidas permanecían de manera constante en mis pensamientos, sin dejar de agobiarme o dar paso a descanso alguno. Al menos hasta que el alcohol me permitía conciliar el sueño en medio de su embriagante sabor.
Para el incidente del 26 de febrero de 1936, en medio de uno de los levantamientos en contra del gobierno que se llevó a cabo en la capital, los oficiales más jóvenes habíamos planeado asesinar a importantes funcionarios de gobierno, para la época los rebeldes aclamaban luchar en pro del Emperador.
Los objetivos no fueron alcanzados y mi vida llegó a su fin aquel día… Es por eso que ahora mi alma se encuentra en una barca en compañía de Caronte, quien se encarga de llevar a mi alma a su propio infierno, ¿quién se hubiera imaginado que parte del infierno se encontraba entre nosotros?
Tras un lento avanzar, finalmente y a lo lejos se logró divisar un enorme palacio a la orilla de un lago, completamente rodeado de árboles. Lo que más pudo haber llamado mi atención en ese momento seguro fue el fuerte olor a alcohol que nos rodeaba. Ni Siquiera hice el intento de consultar a mi guía por tan particular olor, pues era notorio que no recibiría respuesta alguna. Pero todo lo que había visto no se comparaba con lo que me esperaba en el interior de aquel palacio.
Una hermosa joven de castaños cabellos muy arreglados y lujosas ropas me observaba desde un punto alto. A Cada uno de sus lados se encontraba un oso, a su derecha uno de gran tamaño mientras que a su izquierda permanecía uno mucho más pequeño, ambos animales eran completamente majestuosos pero aún así eran incomparables con la belleza de la muchacha que se encontraba frente a mis ojos.
«Desde hoy serás un guerrero de tu reino, me servirás, me honrarás, y honrarás al pecado del cual dependes, disfrutarás de hacer abuso de tus instintos, pero nunca tanto como para olvidarte de que me debes proteger a toda costa, a mi como a nuestro reino Alchemst».
Sus palabras fueron claras y su voz firme, no dudaría en aceptar el servirle a quien desde ese momento era mi nueva reina y yo, solo uno más de sus humildes protectores y soldados. Dispuesto a protegerla bajo cualquier precio, mientras pudiese continuar disfrutando del placer que me había llevado hasta ese infierno y que ahora debía proteger.
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