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A fines del siglo XIX nacen mis abuelos. Los paternos José y Guadalupe labradores venidos de España. Los maternos Rogelio y Etelvina familias acomodadas criollas.
MI padre eran cinco hermanos varones y tres mujeres y mi madre dos hermanos varones y siete mujeres. A los cuatro años mi padre, el menor de los hermanos, pierde al padre (58) y la vista de un ojo, a su madre a los doce (66).
Mi madre siendo la tercera en edad, pierde su padre (37) a los doce años y es enviada junto a cuatro hermanas a conventos católicos para recibir la educación.
Mi madre vuelve a Villa Dolores Córdoba con 18 años y se la prepara para su ubicación en la aristocracia, la hermana mayor se la casó con un empresario del periodismo de Jujuy y el varón ya ascendía en la carrera de la Marina de Guerra. Otras dos hermanas se casaron con prestigiosos arquitectos de la capital de la provincia, pero mi madre la mas bella y mejor formada culturalmente fue ofrecida, incluso medió un baile de gala, a Don Juan Manubén Calvet el mayor potentado de la comarca y poseedor de una de las fortunas mas grandes del país, por la cual no habiéndose casado ni tenido hijos, aun esta en litigio su herencia. Mi madre en contra de la familia pero con el silencio de la madre, trabó una relación epistolar con mi padre oculta. Al poco tiempo se casaban sin el apoyo de ninguna de las dos familias.
Mi padre formando parte de un matriarcado, por la prevalencia de sus hermanas mayores dueñas de un carácter autoritario y prepotente con preconceptos sobre los ricos y mi madre con el apoyo de su madre Etelvina, muy religiosa, de suave y fuerte cultura, con cuñadas sumamente discriminatorias con los pobres y conceptos firmes sobre la imposibilidad de adaptación de mi madre a la vida que podía ofrecerle mi padre, aun con la mejor buena voluntad. La época, la zona, el interior profundo del país dominado por los terratenientes, no dejaban lugar a dudas que una persona formada sin carencias económicas, sufriría mucho al lado de un esposo que ni su familia le apoyaba en su decisión. Por supuesto que no dejaré de lado la mayor importancia para la familia de mi madre que significaba un consorte que fortaleciera lo económico hacia el futuro.
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Nací en un paraje al pie de la montaña llamado Luyaba allá por el año 50´. Allí tuve dos hermanas menores y a los siete años fuimos a vivir a un complejo minero en la Provincia de San Luis llamado Mina de Los Cóndores.
A los nueve años nos trasladamos a San Salvador de Jujuy donde se construyó una planta para producir láminas de cobre por electrolisis fundiendo la piedra y separando los materiales para conseguir el cobre y luego en grandes recipientes con ácido sulfúrico y láminas de acero inoxidable por medio de la electrolisis producir el laminado de cobre. Allí estuve en 1961 cuando por primera vez en nuestro país se consiguió con éxito ese gran paso. Ese año también mis padres trajeron otro hermano a casa.
A mis doce años volvemos a Córdoba y nos afincamos en Villa Dolores.
A los dieciocho años me fui a estudiar a la Fuerza Aérea luego de haber cursado el magisterio.
A los veinte fortuitamente viajé para llevar un vehículo a la ciudad de Quilmes, Buenos Aires donde realicé algunos trabajos ya que no tenía dinero para volver y tampoco ganas. Consigo un trabajo fijo de chófer de colectivo al cumplir los veintiún años y a los veintidós me casé con Dora mi compañera de la vida pero mas importante del alma. Pasamos muchos momentos difíciles, dramáticos y trágicos. Momentos de felicidad infinita al llegar los hijos aunque alguno quedó en la tragedia.
A todos lados con Dora fuimos juntos, a todos lados siempre que el trabajo me lo permitía, pues trabajé mucho, diría que demasiado. El trabajo me dio mucho, me quitaron sus actores y entorno gran parte de la salud.
Fue algo permanente en nuestras vidas con Dora ese yin yang. Este principio taoísta nos explica el equilibrio en nuestras vidas, hay noche pues hay día, hay calor por que hay frio y hay muerte por que hay vida. Usar la paciencia y esperar los ciclos, eso nos hizo triunfar en las metas que nos propusimos. Eso nos dio la tranquilidad de la justicia en la tierra al saber que lo malo no es definitivo. Cambia o desaparece. Y la casa se quedó vacía para que la visiten los nietos con su bullicio y nos muestren cuanto valió el esfuerzo, que linda es la vida si se la comprende y se la transita con humildad.
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Luego de casarse en medio de los festejos de fin del año 48´, en la Iglesia central de Villa Dolores, Elena, mi madre, subió los escalones de esa casa antigua de la familia de su marido siendo saludada con la mano extendida de mis tíos y el desprecio atroz de negar la palabra pero la mirada fija acompañando la sonrisa sarcásticas de mis tías. Se cenó en silencio y sin festejos familiares, Etelvina “Tota” e Inés, la madre y una hermana de mi madre le besaron en la habitación donde se produciría la unión carnal entre mis padres.
Muchos años después, décadas, me contaron sobre el llanto de esa dura noche de mi madre, alguno me dijo que lo mismo le pasó a Juan, mi padre.
Desayunaron con un café y Federico y Manuel hermanos de mi padre, que trabajaban manejando camiones en un negocio de Ramos Generales, habían cargado en uno de ellos unos muebles en casa de “Tota” y otros unos regalos de los hermanos de mi padre, partieron a una plantación llamada Residencia y Olivares en Luyaba a 30 Km, un caserío al pie de la montaña.
Vivieron Juan y Elena para traer al mundo tres hijos en siete años y luego cambiar de “querencia” al cerrarse la plantación y dejar atrás buenos y malos recuerdos. Allí comprendo comenzaron mis padres a darse cuenta que Juan venía curtido de niño en la vida difícil y de campo. Acostumbrado que cuatro paredes fueran dormitorio comedor y cocina debiendo caminar saliendo y rodeando esa “casa” de noche y de día, con sol o con lluvia, a veces bajo la luz de las estrellas, a veces pisando “escarcha” para ir al escusado (pequeña y precaria edificación para hacer las deposiciones)
Mi madre con voluntad y mucho amor siguió los pasos de mi padre aprendiendo día tras día incluso hasta hacer la comida juntos y aprender como se barre con jarilla mojando primero el piso. Pero cuando llegué a este mundo mi madre comenzó a entrar en “su infierno” Mi padre le decía que sus hijos serian duros como él lo fue, mi madre con su delicadeza y sensibilidad era muda para sus padeceres, pero protestaba por mis fríos, mis fiebres, mis mocos y mi tos.
La “Tota” le ayudaba a superar el aprendizaje de ser madre, la aconsejaba, pero con la llegada de las hijas, el reclamo de Elena a Juan por los miedos a los perros malos de vecinos, la distancia a recorrer para traer los comestibles dejando sus pequeños solos, temerosa de la peonada, de las víboras o las ratas desencadenaron en un primer golpe. Se superó con besos y algo mas seguramente. Es la etapa que comienzan mis recuerdos.
Había fiesta en la plaza del pueblo y mi madre en secreto le contó a la “Tota” que quería un vestido blanco con bordes rojos, que quería estar linda para su Juancito querido. Mi padre era duro como el quebracho y mi madre dulce como el almíbar. Mi padre era bruto y mi madre bien educada para la sociedad. MI padre conversaba charlando con otros trabajadores, bien cambiados con sombrero y alpargatas nuevas en la puerta de la plantación al borde de la ruta cuando Elena con sus tres hijos, la menor de dos años comenzaron a salir por el patio y todas las miradas vinieron a nosotros.
La abuela Tota nos había mandado ropa y calzados nuevos. Fuimos a la fiesta y nos divertimos mucho pues había un circo y no podían faltar los payasos. A la tardecita volvimos, lo recuerdo como si hubiera sido ayer.
No fue un golpe, fue una paliza. Mi padre entendió que mi madre se vistió con esa elegancia para presumir a los demás hombres y la insultó en aquella pieza nefasta de llanto y tristeza. De angustia infinita y pronto los comentarios trajeron la vergüenza para mi madre y nosotros los hijos.
Será por eso que nos fuimos a un pueblo minero, hoy abandonado, con mi padre que antes podaba e injertaba plantas, hoy bajaba 200 mts colocando cartuchos de dinamita mientras nosotros vivíamos en barracones con gente de nula educación y de múltiples procedencia incluso extranjeros limítrofes.
Mi madre nos decía que aprendiéramos de mi padre como trabajaba para que saliéramos de esa pobreza indigna. Mi padre influido por las habladurías de los que le envidiaban por la esposa e hijos que tenía, que a igualdad de pobreza, aprendíamos en la escuela y agregaba mi madre toda su sapiencia. Un entredicho, una duda, cierta noche mi padre golpeo e insultó mucho a mi madre. En esas épocas que un marido levantara la mano a su mujer era bastante común, desgraciadamente.
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Con algo mas de 9 años un ingeniero de la mina le ofrece a mi padre trabajo a 1300 Km de distancia en un emprendimiento muy grande y lo convencen ofreciéndole un buen cargo casa y vehículo. Fue la mejor etapa de mis padres como esposos y nosotros con un hermano que se agregó, como hijos. Con casi 12 años la empresa quebró y todo, todo se vino abajo. La vida laboral de mi padre, el matrimonio quedó sostenido de un hilo y poco a poco me acerqué al abismo en la relación con mi padre pues volvimos a Villa Dolores junto con la violencia familiar.
Mi padre pese a tener un terreno a una docena de cuadras del centro de la ciudad, alquiló en la periferia, una pieza miserable con un pasillo por el que debías pasar rozando las rejas de los calabozos de una comisaria. Y mi madre enloqueció huyendo al monte cuando un preso la sujeto de los pelos al estar pasando. Por la vergüenza y denigración que cayó con sus hijos. Fuimos estigmatizados por toda la ciudad. Se acuso a mi madre de enloquecerse por el alcohol teniendo un marido tan trabajador y defensor de los humildes, que no se le callaba a los ricos con sus verdades. Llorábamos pensando que no veríamos nunca mas a nuestra madre, en mi caso pude pedirle perdón cuando confundido pensé con mis 13 años que lo mejor era que no volviera.
Por el medio de la calle de tierra, en aquel barrio de terror, venia una figura difusa caminando dificultosamente.
Llorando como nunca lloraré, vi que delgadita y con pasos cortitos venia Mamá. Créanme, nadie nos dijo nada, corrí y traje los chicos, sus chicos amados y sentados en el medio de la calle, con el polvo que volaba, nos abrazamos y lloramos no se cuanto tiempo.
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Fuimos a vivir al terreno con un galpón herencia de mi padre, pero debíamos entrar por lo de mi Tía Candida que hablaba pestes de mi madre, mi otra tía había muerto, Al no delimitar el terreno de mi padre, no hacerle una puerta ni baño al terreno, no tener entrada de agua debíamos humillarnos yendo si o si a lo de la hermana de mi padrea buscar agua, baño, atrás del galpón había una inmensa planta de jazmín para ocultarse, yo hacia de vigilante.
Me apegué a mi madre y con 14 años enfrenté a mi padre y jamás volvió a agredirla, tal vez por vergüenza o por tomar conciencia.
Mi hermana que me seguía en edad se fue a vivir con una familia del centro y jamás volvió. Mi padre se fue a trabajar a la montaña y bajaba a la ciudad una vez al mes a pagar las deudas, mi hermana menor manejaba el dinero por alguna eventualidad.
Cuatro años después terminé el curso de maestro y me fui a seguir la carrera militar. Mi madre insistió cien veces para que fuera a retirar el diploma de maestro, pero no soportaba la vergüenza , la discriminación sufrida tantos años, no tenia ropa sin remiendos y me negué.
Mi madre, aquella que llamaron loca alguna vez, esa que estigmatizaron, que vio morir a su madre una Santa señora de aquella ciudad, otrora poderosa, que cumplía años en la misma fecha que yo, en la mas profunda de las tristezas por las vidas de su hija y sus nietos queridos, provocó silencio en lugar de aplausos al subir al estrado y recibir mi diploma vestida con un simple batón. Nadie estaba de mi familia, a nadie le dijo. Así fue mi madre, creyente y estoica.
Cuando dejé la carrera militar y pase a vivir y trabajar en Quilmes Buenos Aires, ella fue mi madrina de casamiento. Años después con mi padre nos reencontramos y fue padrino de bautismo de mi hija, a mi hermano mas chico lo traje con ciertas influencias a hacer el servicio militar a Buenos Aires, a mi otra hermana que se casó, los traje a Quilmes, entraran en la empresa donde yo trabajaba, mi cuñado y mi hermano. Mi otra hermana consiguió viajar a Europa y casarse con un buen hombre y de buena posición económica nacido en Alemania, hoy viven en Modena Italia.
Mi padre vivió primero conmigo, luego solo, en poco tiempo llegó a encargado en una fábrica textil hasta que en 1989 tuvo un infarto cardíaco y murió en Villa Dolores en 1991 a la edad de 65 años. MI madre vino a afincarse con mi hermana menor. Tenia una enfermedad por la cual sufrió mucho, lupus eritematoso, desde el año 1970. Luchó con ello hasta que luego de una caída donde se lastimó mucho, nos despedimos en un ascensor con mucha paz y amor. Era el 4 de Marzo de 1997 y murió a los 70 años.
Madre, los amores entre personas de diferente estratos sociales, formación educativa, cultural y física no son aconsejables. Madre, a quienes la vida los endureció en necesidades e indignidades, tarde o temprano sacaran sus fracasos buscando culpables, por lo general somos quienes esperamos sus triunfos. Madre, te agradezco me hayas dado vida, a la vez lo lamento por cuanto pagaste por amor. Tu familia lo vio y comparó con tus hermanos y hermanas. Sufriste, nos vistes sufrir tanto, tuviste tanto miedo que enloqueciste.
Vos y Papá se equivocaron en casarse. A vos te perdono la rebeldía con tu familia y comprendo la ceguera del amor. A Papá no lo comprendo salvo la influencia de la estigmatización por la falta de un ojo y su ceguera mental de no valorar esa mujer que lo eligió en contra de todos, también no ver ni comprender el daño inmenso que se hizo, le hizo a mi madre y a nosotros. Tal vez existan hombres buenos con mal carácter, pero los que conozco tienen mal carácter y temperamento con todos, incluidas sus hermanas mayores.

En honor a la memoria de mi madre Maria Elena Funes de Murcia (18/07/1926-4/03/1997)

Texto agregado el 20-01-2016, y leído por 235 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
16-01-2019 A veces este tipo de textos son necesarios, muy necesarios. Son como el respiro para el alma. turcoplier
01-01-2018 Adivino, estimado coetáneo, que usted terminó este impresionante resumen vital con tantas lágrimas en su rostro, como yo ahora. Viví algo muy similar también. Un abrazo fraternal desde Chile. calara
15-02-2016 No es facil compatir la vida y menos la historia de uno, escribir es un exorcismo que nos hace bien porque libera la angustia existencial y de paso alentamos a otros a hacer lo mismo. divinaluna
28-01-2016 Aunque parezca una historia lejana este tiempo que ahora vivimos, considero que abundan historias similares. Es bueno sacarlo por medio de la escritura y compartir con otros un pedacito de lo que ha formado tu vida. Podría decir que en parte me identifico. siemprearena
26-01-2016 Siempre será importante poder compartir la vida de nuestros padres!!!! KARISTESE
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