En la universidad realicé varios ensayos de amistad para preparar mi futuro. Fue desagradable lo que vi. Entre todos sus estudiantes no había ninguna osadía o brillantez especial. Querían y deseaban lo que todo mundo deseaba. Pero claro que existían ciertos casos mentales que me agradaban. Interactúe entre los extremos de los buenos estudiantes y los buenos no haciéndolo, casi siempre dejaban que los locos se desarrollasen libremente con todos. No me sentí jamás loco, pero los demás asumieron que sí, y así fue. Aun sentía como una especie de extrañeza habitaba en mi interior. Me veía más como un borracho, un fumón, un ladrón, un profesor, un ingeniero. Necesité un lugar para desaparecer. Los malos estudiantes tenían una rutina desagradable. La vida de los buenos estudiantes o de los normales era jodida, difícil, peor que morir. Sentí que no encajaba en ninguna parte. Era la universidad una trampa, pensé. El poco conocimiento que rescate de esos aburridos libros me hicieron suspicaz. Empecé a preguntarme que era lo que me tenía que convertir ¿en un ingeniero? ¿En un científico? ¿En un escritor? ¿Quería lo que estaba pasándome? ¿Quiénes eran los ingenieros químicos, eléctricos y mecánicos? Tan solo chiquillos que habían permitido que se les privara su libertad de pensar y actuar como hombres. Volví a mi cuarto y escuché reggae mientras fumaba marihuana.