Las sombras de los edificios se esparcían lánguidas por entre las calles, impulsadas por el fuerte sol del verano más caluroso hasta ahora registrado. El asfalto se sentía caliente bajo mis pisadas, creo que hasta se imprimieron mis huellas en él.

Llegué a casa y me desparramé en el sofá. Las aspas del ventilador del cielo raso agitaban el mismo aire una y otra vez, mientras tanto, en la radio, se emitía un sonido acompasado y repetitivo al que mis oídos se fueron acostumbrando lentamente, hasta adormecerme por completo.

De pronto, inmerso en mis sueños, me sobresaltó un abrupto y fuerte azote contra la puerta de entrada. Fue tan sólido que la derribó haciendo que ésta cayera horizontal al piso, rebotando. ¡¡Era la policía que nos allanaba!!. Corrí rápido a mi escondite. Hubo intercambio de disparos, muchos gritos y quejidos... podía olerse la muerte.

Sí, en el departamento había muchas armas y drogas, pero era mi hogar y ahora estaba completamente destruido.

Tras lo que para mí pareció mucho tiempo, se impuso la calma; esperé para asegurarme y una vez que hube confirmado que no había peligro bajé sigiloso al callejón, me sacudí el polvo, respiré aliviado y me conformé. Sin duda tiene sus ventajas esto de ser gato y poseer siete vidas.

M.D