Estaban muy hartos
Estaban muy hartos y habían llegado al límite de lo tolerable, eran ya muchos años de opresión en el trabajo, de recibir órdenes sin replicar, de aguantar todas las exigencias del jefe y de no recibir ni una sola vez una frase de reconocimiento, se sentían explotados y manejados.
Y nadie podía decir que fueran un grupo indisciplinado, más bien al revés, siempre había hecho lo que se les mandaba sin levantar la voz y obedeciendo las instrucciones que les trasmitían los capataces, que tampoco brillaban por su amabilidad, siempre hoscos, malhumorados y solo pendientes de dar órdenes sin molestarse ni una sola vez en negociar con ellos algo o al menos explicarles el porqué de las continuas instrucciones que les comunicaban.
La situación se había convertido ya en agobiante, quizá porque habían madurado, empezaron todos muy jóvenes y ni se planteaban entonces que lo único que recibían eran continuos mandatos sin ninguna explicación pero que entonces no les costaba mucho obedecer sin rechistar, pero ahora les era más difícil aceptarlas, o tal vez, es que estaban influenciados por las noticias que les llegaba de otros trabajadores que tenían condiciones más placenteras y vidas más fáciles gracias a haberse rebelado en su momento contra sus jefes para conseguir mejoras, la verdad es que la razón del porque de sus inquietudes no estaba clara, pero el caso es que estaban a punto de explotar.
Y lo malo es que no sabían muy bien cómo defender sus derechos, nunca había estado sindicados y ninguno pertenecía a partidos políticos o asociaciones de defensa de los trabajadores, eran totalmente vírgenes en el campo de la defensa de sus derechos y aunque el descontento era muy grande y creciente no sabían cómo rebelarse contra la tiranía del jefe y el mal carácter y servilismo de los capataces.
Y tuvo que ocurrir como en tantas ocasiones había pasado antes, que apareciera entre ellos un líder que asumiera todas las frustraciones de sus compañeros y compañeras, se trataba de un joven que aunque no había sufrido todavía tantas humillaciones, abusos e injusticias como los más mayores, tenía la sangre más caliente y no dudo en erigirse como defensor de todos.
Empezó por reunirles por medio de pequeñas convocatorias, aprovechando los momentos de descanso y recoger las ideas y los planteamientos de cada uno, siguió con discursos motivadores en los que insistía en las injustas condiciones que tenían, concienciándoles de los abusos, las desconsideraciones y el mal trato que recibían, ofreciéndose finalmente de forma desinteresada como liberador de su estado actual.
El atrevido defensor de aquella comunidad estaba encantado, recibió el cien por cien del apoyo de todos sus entusiasmados compañeros, comenzando a vivir una sensación de triunfo y poder como no había sentido nunca, sus centenares de compañeros confiaban en él, le respaldaban y estaban dispuestos a seguirle, estaba seguro de que con la unión de todos podrían negociar un cambio en sus penosas condiciones de trabajo, no les fallaría.
Veladamente les hizo ver a los capataces sus planes, tratando de que también les apoyaran, pero recibió una brusca respuesta seguida de amenazas, ellos estaban claramente del lado del jefe y no se podía contar con su colaboración, por lo que opto por no oponerse directamente a sus ordenes pero si hacerse el remolón al recibirlas e incitar a los demás para que siguieran su ejemplo, retardando las tareas y haciéndolas de mala gana.
Los capataces, se dieron cuenta enseguida de la situación, tenían experiencia y ya habían tratado en otras ocasiones problemas parecidos, así que se dirigieron en seguida al joven líder de forma suave al principio y de malas maneras enseguida, tratando de que él y todos volvieran a sus funciones, pero el joven tenía madera de héroe y no solamente no hizo caso de las advertencias, sino que empezó a convocar a sus compañeros a una huelga general, que le parecía la única solución que podían tomar.
Les reunía una tarde exhortándoles para que secundaran la huelga que les proponía, contándoles para motivarles, las presiones y las amenazas de castigos que había recibido por parte de los capataces si continuaban protestando, e incluso les dijo que le habían amenazado que si continuaban en esa actitud, endurecerían aun mas las condiciones de trabajo, para finalmente agregar. “Pero tranquilos que estoy seguro que es un farol, no nos vamos a rendir, mañana ninguno ira a trabajar y no saldremos de nuestras casas, todos unidos, podemos cambiar esto” aunque a decir verdad se quedo muy intranquilo viendo las caras de sus compañeros, no veía ya en ellas el entusiasmo anterior, estaban acobardados y el miedo se reflejaba en sus ojos, no entendía que había sucedido, no podía comprender porque habían cambiado tanto de actitud si antes estaban todos dispuestos a luchar y es que era muy joven, muy inocente y muy iluso.
Pero la cosa había ya trascendido, el jefe se había enterado de que había un díscolo en el grupo, como él decía, así que dio instrucciones concretas a uno de sus capataces “Esta noche le traes a mi casa y resolveré el asunto”
Así que Tor uno de los dos mastines que cuidaban aquel rebaño le llevo esa noche a mordiscos hasta el jefe y allí le dejo.
A la mañana siguiente, todo el rebaño de ovejas salió a pastar como si nada con la misma cara de resignación y pena que les caracterizaba, el único que falto fue su joven líder, que no salió esa mañana de la casa del jefe, lo que si salió era un estupendo olor a cordero asado, pero a lo mejor era una coincidencia.
Fernando Mateo
Noviembre 2015
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