Nos reconocemos sin mayor esfuerzo
en una simple mirada frontal.
¿Simple? perdón, nada de ello.
Es un proceso que ha llevado meses
y que se afirma con el tiempo.
Cejas, ojos, hasta los párpados
tienen esos códigos compartidos
para saber interpretar esa mirada.
Viajan en esas miradas una maraña
que hace a la eterna comprensión.
No es necesario hablar para saber.
Es límpida, clara, noble, ella sacia.
Es, a la vez, poesía y reflexión.
Texto agregado el 14-01-2016, y leído por 107
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