Había empezado la cuenta atrás. En veinte minutos se acabaría la batería. Sólo tenía esos veinte minutos para escribir algo que tuviera un mínimo de sustancia.
De aquel desarrollo dependía su futuro pues necesitaba enviar aquel reportaje de guerra. El hotel en el que se escribía como consecuencia de los bombardeos en toda la ciudad sufría restricciones de fluido eléctrico. Necesitaba concentrar todo su esfuerzo y darle al enter para que su mensaje vía internet llegara a su destino en el plácido Occidente. Milagrosamente señal wi fi si existía. Pero la batería del ordenador estaba muy baja.
Al final se decidió por el camino de en medio y envió con pelos y señales sus impresiones. No importaba que todo se malograra por aquella sinceridad descarnada.
Cuando le dio al enter para su satisfacción comprobó que el mensaje llegaba. Fue lo último que hizo sobre la faz de la tierra. Su obra póstuma, pues al instante segó su vida una ráfaga de metralla.